29 de julio de 2018

Los vecinos de Barracas descubrieron que el nuevo proyecto de Código Urbanístico desconoce el patrimonio
Por dónde pasa la trampa
En Floresta autorizan locales, en Barracas “desaparecen” edificios protegidos. Las listas del proyecto macrista dejan liberados casi 200 inmuebles catalogados como patrimonio donde se pueden hacer torres.
Por Sergio Kiernan
El estudio del nuevo Código Urbanístico que propone el macrismo porteño, luego de años de trabajo, sigue revelando que el nuevo sistema propuesto fue diseñado con los intereses inmobiliarios en mente. Donde los vecinos de Floresta descubrieron alarmados que un agregado bien escondido permite locales hasta ahora prohibidos en su casco histórico, los de Barracas encontraron que el nuevo Código deja afuera a centenares de edificios patrimoniales ya protegidos. Lo que encontró el muy activo grupo de vecinos de Proteger Barracas confirma que el cambio del marco legislativo porteño, la ley que regula qué se puede construir, dónde y cómo, fue cuidadosamente pensado para liberar amplias zonas de la ciudad a los especuladores. En un barrio interesa seguir haciendo locales, en el otro saltearse la protección patrimonial para hacer torres.
En los últimos años, Proteger Barracas logró frenar la piqueta y preservar cientos de edificios históricos en un barrio particularmente valioso por su arquitectura y su historia. Barracas es una pieza única por varias razones, como guardar lo mejor del patrimonio industrial que queda en la Capital, tener algunos edificios públicos de primera agua y sobre todo por el interminable muestrario de viviendas de todo tipo que sobrevivieron por allá. Así nos quedó a los porteños un paisaje social muy peculiar, el de la clase obrera en ascenso de la primera mitad del siglo veinte, que vivía bien y con toda naturalidad entre la clase media de la época. Barracas hasta exhibe una sorprendente cantidad de residencias de fuste, palacetes y casonas que demuestran que muchos patrones también vivían cerca de sus fábricas o talleres.
Una razón por la que estos conjuntos sobrevivieron es simplemente que Barracas no estaba de moda, algo que cambió en los últimos años. La industria inmobiliaria nunca piensa en el futuro sino en la ganancia, entre más rápida mejor, con lo que muchos buscan el próximo Palermo Hollywood que permita transformar casas y galpones en megatorres, siempre con amenities. El gobierno macrista, compuesto por una cantidad de profesionales de esa industria y todavía formateado por el actual presidente, él mismo un especulador inmobiliario, piensa también en estas líneas. De ahí la arbitraria creación de “distritos”, un instrumento de gestión que ayuda a crear movidas y, quién dice, un nuevo Palermo.
Barracas resistió con fuerza y con una particular coherencia esta tendencia, logrando la catalogación de cientos de edificios, único freno con alguna chance de evitar la torre. Por eso no extraña que el proyecto del nuevo código se concentre en particular en liberar lotes levantando la catalogación de edificios históricos. Lo primero que descubrieron los vecinos fue que, comparando la base de datos de Areas de Protección Históricas donde figuran todos los edificios catalogados o no, había fuertes diferencias con los listados del proyecto. El futuro Código contiene un Anexo I que cataloga los edificios protegidos, pero la diferencia es que faltan absolutamente todos los que tienen un grado de protección preventivo. También faltan los 167 edificios de Barracas aprobados para su protección definitiva en noviembre de 2014. Y, de postre, también están ausentes edificios que ya tienen catalogaciones definitivas, en firme, votadas por la Legislatura porteña. Con lo que las ausencias en el listado hasta llevan al conflicto entre poderes.
La enorme cantidad de ausencias muestra un interés que supera toda posibilidad de error, incluso en una gestión que no se destaca por su eficiencia. Para dar una idea, el hospital Pedro de Elizalde en la avenida Montes de Oca no figura como catalogado en uno de los anexos y figura con los datos errados en otro. El mismo problema tiene el vecino Palacio Díaz Vélez, con lo que resulta que los que deben ser los mayores y ciertamente son los más conocidos edificios de la avenida terminan como fantasmas. En las mismas quedan el Club Social y Deportivo Paraguayo de la calle Piedras, el viejo Instituto de Sanidad Ganadera de la calle Perú, el Edificio Juan B. Justo en la calle Bolívar y otros 18 inmuebles de la zona. Quien se de una vuelta por la zona puede comprobar que algunos edificios son exquisitos y varios tienen terrenos grandes en zonas donde se puede construir en altura. La lista de los afectados incluye piezas ya raras como la quinta italianizante que alojó el Instituto dedicado a la salud del ganado.
Más grave todavía es la masiva ausencia de 167 edificios catalogados preventivamente el once de noviembre de 2014 por una entidad llamada Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, que tiene el derecho de pernada sobre la preservación del patrimonio porteño. Este consejo es un cachivache que se encontró hace ya más de una década con una responsabilidad que nunca pudo tomar con seriedad. El empuje de las ONG dedicadas al tema le creó una crisis al por entonces flamante Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, y el parche elegido fue darle poder de decisión a un grupo hasta entonces asesor. El CAAP es compuesto por representantes del ministerio de Cultura porteño, de la comisión de Planeamiento de la Legislatura, la FADU, el CPAU, el CICOP, la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, y la comisión especial de Patrimonio de la Legislatura. Los resultados son una muestra de falta de rigor –todo inmueble al que le cambiaron una ventana o una puerta es inmediatamente condenado a muerte– pero aun así se catalogaron cientos de edificios.
Como el CAAP es un ente asesor dentro de la dirección general de Interpretación Urbanística, no tiene poder legislativo y lo que hace es proponer a los que sí tienen ese poder que cataloguen edificios con grados que van del cautelar al estructural. La Legislatura no se lució tampoco en tratar estos temas, que llevan años de atraso, con lo que los edificios aprobados por el CAAP reciben una protección “preventiva” hasta que los legisladores se pronuncien. A fuerza de amparos y juicios, esta categoría terminó teniendo algo de respecto de parte de los especuladores y los funcionarios. 
Por eso es tan grave que falten de los anexos del nuevo Código cantidades masivas de edificios protegidos por el CAAP. El listado es vasto, incluye desde casas particulares de las que apenas pasan los ocho metros de frente hasta conjuntos de vivienda comunal, y deja abierto grupos que caracterizan cuadras enteras de Barracas. Según esta herramienta para los especuladores, se podría demoler el viejo Hotel San Carlos de Martín García al 800, la fábrica con el frente de ladrillos de Ituzaingó al 500 y decenas de PH y petit hoteles por todo el barrio.
La presentación de Proteger Barracas a las autoridades porteñas pide una revisión de todos estos listados para como mínimo mantener la situación patrimonial como está hoy. El nuevo Código, venden desde el gobierno, “respeta a la ciudad como es”. Pero su estudio en detalle revela una intencionalidad económica ya rutinaria, la de crear oportunidades de negocios para los socios especuladores.
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