27 de mayo de 2018

Mi veto no es positivo
Esquivar al Congreso, frenarlo, vetar: las tentaciones de Macri. Los costos políticos del ajuste, in crescendo. Plusvalía adicional para “el campo”. Condicionamientos del FMI, indicadores en picada. La historia cercana, algo para recordar. Manifestaciones populares y soledad del Gobierno.
Acta firmada entre trabajadores del subte y gobierno de la Ciudad, 23 de marzo 2018.
“El autoengaño es una forma perfecta. No es un error, no se debe confundir con una equivocación involuntaria. Se trata de una construcción deliberada, que está pensada para engañar al mismo que la construye. Es una forma pura, quizá la más pura de las formas que conocen”.
 Ricardo Piglia 
“Prisión perpetua”.
Las efemérides sirven para recordar y para comparar, cuando son relativamente cercanas. Se van cumpliendo diez años del conflicto con “el campo”, motivado por las retenciones móviles. Duró meses, culminó en junio con el “voto no positivo” del entonces vicepresidente Julio Cobos. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner aceptó el veredicto del Congreso y derogó la Resolución 125. Haberla sometido al Parlamento era potestativo, Cristina eligió hacerlo para descomprimir el enfrentamiento e institucionalizarlo. 
El presidente Mauricio Macri está facultado para pactar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y determinar un nuevo cuadro tarifario de servicios públicos (aunque tendría que respetar los parámetros establecidos por la Corte Suprema que sus funcionarios toman en solfa). La aprobación parlamentaria no es obligatoria, lo que no significa que esté prohibida. El Ejecutivo podría proponer al Congreso las decisiones sobre el triste retorno al FMI o la magnitud del tarifazo. Rehusarlo es, al fin y al cabo, un acto de voluntad.
La prioridad de estas horas es trabar el proyecto opositor de retrotraer la suba de tarifas y emparejarla con la de los salarios.
La amenaza de veto surgió temprano. Los operadores de Cambiemos en el Senado aspiran a evitarle el mal trago a Macri. Trabajan con denuedo dentro de las líneas internas del peronismo. 
Cuatro senadores pejotistas actuaron como quinta columna, colando sobre la hora un dictamen en disidencia; el salteño Rodolfo Urtubey, el jujeño Guillermo Snopek, el catamarqueño Dalmacio Mera y el correntino Carlos “Camau” Espínola. El poroteo para la votación en el recinto, que pintaba confortable para la oposición, arroja un margen estrecho que imposibilita las predicciones rotundas. 
Urtubey es hermano de Juan Manuel, el gobernador de Salta, obsesionado en diferenciarse no ya del kirchnerismo, sino del panperonismo y del conjunto opositor. Situándose a su derecha, se entiende. Por ahí, hasta consumando la hazaña de afincarse a la derecha de Cambiemos.
Le asisten sobrados méritos. En la semana el gobierno salteño produjo un episodio sádico: la prohibición de abortar a una nena de 10 años que había sido violada. Acorralado por la repulsa, Urtubey retrocedió, admitiendo que en su feudo confesional se aplicara el protocolo de aborto no punible fijado por la Corte Suprema de Justicia. 
El macrismo confía en conseguir más apoyos, abstenciones o faltazos de otros senadores de la opo, pejotistas en especial. Vivirían como triunfo ahorrarle al presidente el “costo político” del veto no positivo.
Lástima, para ellos, que otros costos gravitan más en la coyuntura.

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La turbulencia nuestra de cada día: Se desconoce cuál es la unidad de medida del “costo político” del veto; siempre será mínimo comparado con el impacto de la economía M en la vida de los argentinos. La narrativa oficial se vale de cien artilugios, que difícilmente nublen el juicio del ciudadano-consumidor. La inflación trepa, la recesión la sigue como la sombra al cuerpo.
Macri señaló al déficit fiscal como la clave del pasado y el futuro de la Argentina. El elenco cambiemita, quieras que no, amplía la perspectiva: cuela bocadillos sobre los precios de artículos de primera necesidad. La gobernadora María Eugenia Vidal pensando más en las encuestas que en ser coherente con la narrativa M, regaña tibiamente a los formadores de precios. Reserva la severidad para los gremios docentes.
El secretario de Coordinación Interministerial, Mario Quintana, despotrica contra la cartelización de ciertos mercados, una tomadura de pelo en boca de un accionista y CEO de Farmacity.
La Casa Rosada insinuó la posibilidad de suspender, un ratito, la reducción del porcentaje de las retenciones a la soja. “El campo” reaccionó: el subsuelo de la soja sublevado. Al cierre de esta edición, todo indica que la tentativa de mejorar los ingresos fiscales quedará en agua de borrajas.,. Los exportadores mejoraron un 25 por ciento sus ingresos en pesos, merced a la devaluación que en parte fomentaron. Achicar apenitas la ganancia extraordinaria escapa al ideario de Cambiemos. El sacrificio debe compartirse, pero solo entre trabajadores…
Si todo sigue sin retoques equitativos el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, se anotará un poroto. Se probaría que el bonus que prematuramente le donó la Sociedad Rural tenía razón y sentido. La cartera (tercerizada a las corporaciones) “garpa” en varios mostradores.
El precio de la harina se dispara hacia las nubes, el del pan amenaza hacerse prohibitivo. Voceros oficiosos responsabilizan a la Reserva Federal, a la sequía… Son explicaciones parciales, en doble sentido: interesadas e incompletas. Muuuy parciales.
Cotidianamente la gente común soporta la reducción de su capacidad adquisitiva, privaciones. La perspectiva del despido aflige a quienes, todavía, conservan el laburo.

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Hacer los deberes: El FMI aggiornado es idéntico al que conocimos años atrás. El Gobierno se ufana de ecualizar con sus mandatos, se anticipa.
El cambio de funciones del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, responde al reclamo del Fondo para tener un solo interlocutor y no una caterva de funcionarios fungibles, que se propinan patadas en los tobillos.
La obra pública acentúa el frenazo iniciado desde el escrutinio electoral del año pasado. Los gobernadores se percataron pronto, los intendentes de Cambiemos demoraron un cachito más, pero emiten quejidos, débiles por ahora. El agua le sube al cuello, los vecinos los increpan en la cara por los tarifazos.
Macri elogia la energía eólica, con un par de molinos de viento detrás. Energía limpia, que representa una fracción pequeña de las necesidades, ridícula si se compara su potencial con el de Atucha III.
Las maniobras financieras del Banco Central compran tiempo, semanas o meses en el mejor de los casos. Quienes conocen la lógica clásica del FMI preanuncian que los condicionamientos a la emisión monetaria (y acaso al festival de bonos) suplirán a las fantasiosas metas de inflación.
Cuánto ajuste se agregará al ajuste, he ahí la pregunta de los miles de millones de dólares.
Retornemos al pasado aleccionador.

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La furia del incomprendido: La ex presidenta Cristina aceptó, sin reprimir, el piquete ruralista, el desabastecimiento, el derroche de alimentos perecederos arrojados a la ruta. Macri y su elenco se enfurecen por la incomprensión de quienes ocupan calles y plazas, resistiendo el programa económico antipopular.
El jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, saca cero en derecho laboral: tipifica como “ilegal” a un sindicato, la Agrupación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP). Les retacea derecho a negociar con las patronales y su propio gobierno.
Un acta distribuida por el sindicato comprueba que el 23 de marzo se realizaban tratativas entre Metrovías, funcionarios de Rodríguez Larreta y los gremialistas (ver facsímil). Las negociaciones documentadas son posteriores a la sentencia de la Corte Suprema que le sacó la personería al sindicato (13 de marzo). Rodríguez Larreta los consideraba interlocutores válidos La ilegalidad, de facto y sobreviniente, castiga el desacuerdo.
Las amenazas macristas se multiplican, portavoces oficiosos discurren acerca de derivar a las Fuerzas Armadas funciones de Seguridad, revirtiendo una política de Estado constante desde la recuperación democrática. Por ahí, es una bravuconada, que trasunta la furia del gobierno que pierde sintonía con la sociedad.

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La trampa del autoengaño: El summum de la propaganda política es que “los propios” crean las mentiras que emiten. Hete ahí la perfección que describe Piglia en la frase del epígrafe. La decadencia llega cuando empiezan a ser los únicos convencidos.
El oficialismo menoscaba las movilizaciones, como tantos gobiernos. Se ningunea el número, se les imputa que son “políticas” … chocolate por la noticia. Rebusques de la discusión, siempre y cuando los Goebbels light obren a sabiendas y no cierren los ojos al contexto, se desconecten de “la gente”, deriven a creerse apóstoles de una verdad revelada frente (o contra) una sociedad necia o descreída. 
El mejor equipo insiste en la “desaceleración”, en la supervivencia del gradualismo, desconoce que hay PyME quebradas o al borde de caerse del mapa, aprieta a la Corte Suprema para que conceda prebendas a Farmacity. Escoge un mal momento para hacer lobby tan descarado en provecho propio… Falta timing mientras la economía solo aporta malas nuevas.
Algunos radicales y parte de la prensa in the pendiente que consintió al macrismo describen el cuadro de situación, el peor desde que asumió el presidente. El núcleo duro de la Casa Rosada no atiende ni a las voces amigas.
Repetir un discurso cuando cambiaron las circunstancias sintomatiza perplejidad o impotencia. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, en involuntario sarcasmo, insistió en que lo peor ya pasó. Desdichadamente, está por venir. 
Néstor Kirchner arribó a la Casa Rosada hace 15 años. No prometió el cielo, sino transitar del Infierno al Purgatorio. Honró la promesa y varias más. Macri da la impresión de fatigar el camino inverso, a paso redoblado.

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