1 de mayo de 2013


Crónica de un domingo pacífico

Testimonios y acciones solidarias que ayudaron a dar los primeros pasos de la reconstrucción. 

La imagen es tremenda. Perturbadora. Una bandera argentina flameando al centro, un cartel que dice Taller Protegido al frente y, de fondo, un montón de fierros retorcidos, pedazos de mampostería, mezclados con restos de biblioratos, sillas y tazas. 

Dicen que Picasso se encerró dos meses para pintar el Guernica. Habían pasado apenas unos días del bombardeo de la aviación nazi a esa ciudad vasca y el artista pintó un óleo tan inmenso con la conmoción que lo embargaba. El mismo Picasso no podía entender cómo un pequeño pueblo, la capital cultural del País Vasco, era destruida en pocas horas con semejante saña. Así no era la guerra. Al menos la que los corazones épicos educados en la lectura de las novelas de caballería. El bombardeo del escuadrón azul era el ensayo de algo infernal. Picasso pudo registrar en ese inmenso cuadro toda la angustia que le sirvió de argamasa durante mayo y junio del 37. Y plasmó en imágenes lo que no es fácil de poner en palabras. 
"Ni en las guerras se meten con los hospitales", escucho que alguien murmura ese domingo en los jardines poblados de árboles. Ahí se lleva a cabo una asamblea donde conviven médicos, trabajadores, internados, externados y militantes. Es a la entrada del pequeño edificio del Frente de Artistas del Borda. Ahí están, todos juntos, indiferenciados, trastornados y cuerdos, sanadores y sanados. Tan juntos como la salud y la enfermedad. Pasándose el micrófono uno al otro. Para escucharse. Para hacer el aguante. Al ritmo de rondas de mate. Apenas 48 horas después de la fría y calculada destrucción del taller protegido número 19. 

Yo quería saber qué hacían los violentos.  Domingo 28 de abril cerca del mediodía. Llegó en bicicleta con mi amigo Sergio. Por la Avenida Amancio Alcorta, que todavía dormía. Habíamos llegado por la calle Ramón Carrillo unas horas después del chaparrón de la madrugada. Antes pasamos por el Tobar García y por el Braulio Moyano. Al lento ritmo del pedaleo se pueden ver las caras dolidas de los que van a visitar a sus seres queridos. Y también las caras de esos seres queridos. Algunos tienen tratamientos ambulatorios y te los cruzás un domingo en la vereda del hospital. No sabés si dan vueltas porque tienen cita o porque, simplemente, ese es su lugar de pertenencia. Pibes en el García, mujeres en el Moyano. Caras curtidas, ropas sencillas. En esos lugares, los loquitos y las locas son pobres. Si los saludás, te contestan con una sonrisa, por ahí te piden una moneda, un cigarrillo. Llegamos al Borda. Los guardias de seguridad privada saludan como si fuera un día más. Apenas si te piden abrir el bolso o la mochila. Las callecitas internas del Borda están todas rotas. La gente se iba amuchando en semicírculo. Un delegado de ATE ponía énfasis en que la multa del viernes de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad no era importante. Lo importante, dice, es que pronto puede haber un fallo del fondo del asunto. Y que los vicios del proyecto del Centro Cívico son muchísimos. Yo pienso que los vicios de la justicia son también muchísimos.
Después, hablaba un estudiante de Psicología de Mar del Plata. Después un locutor de La Colifata, dijo que ahí vivía empastillado, que hacía cuatro años lo habían llevado, que tiene dos propiedades y esa era una maniobra para sacarle dos terrenos y un departamento, que su padre era radical y le dijo que De la Rúa era un desastre, y que él, en estos años, además de ser locutor de La Colifata, había leído atentamente la obra de Perón. Y que había estudiado periodismo en la Universidad de las Madres. 
"Macri podría declararse insano", dice en voz baja uno que estaba a mi izquierda. Se ríen los que están alrededor. Yo miraba las caras, los gestos, los movimientos. Trataba de entender. Calculaba las edades y las pertenencias políticas. Demasiado colorido. Nada uniformado. Muchos eran los mismos que dos días antes se habían bancado a la infantería. No parecen violentos. Sí valientes, que no es lo mismo. Pero, sobre todo, gente que sabe lo que quiere y que está dispuesta a no dejarse atropellar.

Seguía la asamblea. Un muchacho de edad indefinida, dientes desparejos y cara sufrida, tomó el micrófono y después de ironizar un poco, antes de pasarlo, dijo: "Say no more." Uno de los temas de ese álbum de Charly (Alguien el mundo piensa en mí) dice Yo se que soy imbancable/ Yo se que hice reír/ Yo se que soy insoportable/ Pero alguien el mundo piensa en mí. 

Muchos son jóvenes. Festejan la humorada. Militan. Piensan. Están junto a los locos. Ellos mismos no se asustan de la locura. 
Con Sergio hicimos no más de 200 metros y llegamos al montón de hierros retorcidos. Alguien había tomado la precaución de izar la bandera. Un grupo de pibes fornidos estaba retirando unas planchas de aglomerado y las apilaban. Otros hacían pasamanos para rescatar las pequeñas cosas, pavas, ropas, muchos legajos, anotaciones de los tratamientos, de las actividades de los talleres. Parecían los que fueron a rescatar personas de los escombros de la AMIA. Parecían los que hacían pasamanos después de la inundación. Marcelo, uno de los trabajadores de los talleres protegidos, les advierte que están sobre el sótano, que puede resultar peligroso. Pero los pibes siguen. Algunos tienen remeras que los identifican con agrupaciones políticas. Otros no. Están juntos. Conviven. 
Macri: no son violentos, vos estás ensayando algo. Fijate el cuadro del Guernica y mirá esta foto que sacó Sergio donde se ve todo este desastre que hizo la policía que vos mandaste a reprimir. Acordate que la usticia no te dio ningún permiso como dijiste el viernes en ese discurso delirante. Al rato te estaban multando. Y acordate que en el Barrio Mitre las inundaciones del otro día fueron posibles porque no cumpliste con la orden de la justicia de hacer obras para que el DOT no inunde más a los vecinos de ese barrio humilde. 
Avanzaba el mediodía y empezó a inundarse de pibes con tambores. La mayoría llevan una inscripción sobre la remera blanca: Los tambores no callan. Los iniciadores son yoruguas. Candomberos. Y fueron sumando multitud de pibes y pibas que le pegan al parche con fuerza. Van a paso lento. Estuvieron hace poco en Parque Centenario. Cuando la Metropolitana también había cargado con furia. Estuvieron en la Plaza de Mayo para el Día de la Memoria. Marchan a paso corto y candencioso. Dicen que es por el origen: los esclavos caminaban así, por los grilletes. 

De un lado, todo fríamente destruido. A pocos metros, sobre lo que era la temible Unidad 20 (cárcel para presos con tratamiento psiquiátrico, ahora trasladada a Ezeiza), grupos de pibes y pibas pintan murales. Son artistas. Algunos salidos de escuelas de arte, otros reciben tratamiento en el Borda. Todos tienen alma y talento. Es muy conmovedor. No ignoran la destrucción que hay en sus espaldas pero le ponen colores y figuras a su propia creación. No a la destrucción de Macri.

Una charla con un compañero. Conocí a Guillermo Puerta en las cárceles de la dictadura. Tan inmenso de físico como de elocuencia. Estudiaba Medicina en Córdoba y durante el Viborazo, cuando tenía 21 años, se comió su primera cárcel. Tres meses. Un decreto firmado por el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, el temible Alcides López Aufranc. Con la otra dictadura, la de Videla, lo agarraron los esbirros de otro más asesino: los de Luciano Benjamín Menéndez, el Cachorro. Guillermo había terminado de cursar la carrera, le faltaba recibir el título. Pasó por La Perla. Sobrevivió. Luego fue a parar a la U6 de Rawson. Ahí nos conocimos. Salió en libertad en septiembre de 1983. Como tiro se metió en la UBA para terminar la carrera. En pocos meses, estaba recibido y era concurrente en el Borda. Ayer lo llamé para charlar un poco. 
"Vos sabés que soy asmático, así que los golpes del viernes me dejaron moretones por todos lados porque tomo una medicación que…", y la explicación se hacía tan médica que yo no alcanzaba a registrar. El hecho es que lo cagaron a palos. Guillermo lleva casi 30 años ininterrumpidos en el Borda. Es jefe del Servicio 17, "es el de crónicos, son personas que quizá clínicamente están en condiciones de externarse, pero por condiciones económico sociales siguen en el hospital", aclara. Guillermo había llegado a la mañana de ese viernes y, por supuesto, tomó su puesto. En medio de los gases y las balas de goma, como es grandote, lo taclearon entre varios. "Como no tenían esposas me ataron con sunchos con las manos para atrás. Me sacaron por Perdriel… Y, esto te va a interesar, al salir había once ambulancias del SAME, con el doctor Crescenti presente". Eran cerca de las once de la mañana. Lo subieron a un celular donde estaba, muy golpeada, la enfermera Susana Bejarano, y también Horacio Melnik, del taller protegido 19, que tenía un fuerte golpe en la cabeza.
Guillermo iba una vez más en cana. "Después me enteré que nos habían metido en la sede de la Comuna 4." La que está en el Distrito Tecnológico, en Zabaleta y Patagones. Otra de las zonas de inversiones inmobiliarias de Macri. A las seis de la tarde, después de que se hicieran presentes legisladores y periodistas, lo soltaron. "Además, como soy testigo protegido por la causa La Perla II (de Córdoba), se enteró el que está a cargo de ese programa e hizo un poco de ruido…", cuenta Guillermo. Habían pasado menos de 72 horas y Guillermo ya estaba de nuevo en el Borda. 

El edificio en cuestión. Entre los escombros, ese domingo, estaba Marcelo Vinograd, encargado de mantenimiento de los talleres protegidos. Me contó que el taller 19 había sido bastante desmantelado bastante antes de destrucción del viernes pasado. En agosto de 2012 ya habían armado un zafarrancho. Concretamente, el 8 de agosto a las cuatro de la mañana había ido un pelotón de la Metropolitana, entraron por el fondo como esta vez, rompieron candados, hicieron un cerco y prohibieron ese día el ingreso de trabajadores y pacientes. El taller 19 es intrahospitalario. Los pacientes aprenden oficios para lograr, una vez que salen, conseguir el ansiado trabajo. La directora de los talleres protegidos del Borda, Graciela Russo, es considerada por los trabajadores y médicos como alguien funcional al objetivo de Macri. Ella, después de aquella incursión de la Metropolitana, decidió suspender varias de las actividades. Macri quiere construir el Centro Cívico ahí, donde ahora están los escombros del Taller 19. El interventor del Borda, Néstor Pérez Baliño, por esos días, había firmado una cesión de derechos del hospital a favor del Ministerio de Desarrollo Urbano. El que dirige Daniel Chaín, el mismo que no hace las obras hidráulicas. El mismo que está multado por lo del viernes. Es decir, acá no sólo hubo una represión policial sino que hay una ideología sobre aceptar las instrucciones de un empresario que ve Buenos Aires como un negocio pero que no se negocia con quienes se oponen al negocio inmobiliario.  
Uno de los trabajadores de mantenimiento del Borda me da datos precisos. Uno de los argumentos para justificar que el taller 19 no podía funcionar es debido a la presencia de asbestos (material altamente cancerigeno) en las chapas de fibrocemento. Asbestos hay en muchísimos tinglados de edificios del gobierno de la Ciudad. Con este criterio mañana amaneceríamos con las topadoras frente a cada uno de ellos.
"Hasta hace poco, el sistema de calefacción en muchos hospitales era en base de calderas y radiadores de vapor, comunicados por cañerías  recubiertas por amianto –con asbestos–; no creo que el gobierno de Macri retire todas estas cañerías que exponen mucho más que las chapas que contienen este mismo material", dice el de Mantenimiento, que por supuesto está en ATE.
"Para proceder a la demolición, si es que la principal preocupación era el asbesto, jamás podrían haberlo hecho a cielo abierto y de la manera que lo hicieron exponiendo al hospital y los vecinos de una nube tóxica. Su manipulación tiene todo un protocolo", aclara.
"El argumento de que los terrenos del taller 19 son linderos y no pertenecen al hospital, también cae por si mismo, ya que para disponer de ellos, debía haber pasado por la Legislatura para un cambio en el Código de Planeamiento, y esto no ocurrió. Simplemente Salud se los cedió a Desarrollo Urbano", sostiene el de Mantenimiento.
"El taller que con tanto énfasis dan a conocer como taller modelo de reemplazo, aun no cuenta siquiera con una entrada habilitada para pacientes internos del Borda. Lo que inauguraron un taller sin pacientes", machaca el de Mantenimiento.
"Ante la requisitoria de la justicia, que intimaba a funcionar en este taller nuevo con pacientes, lo que hicieron las autoridades para cubrirse fue trasladar pacientes ambulatorios del taller de adaptación 17 para compartir el lugar donde supuestamente funciona el nuevo taller 19. O sea, desarmaron otro taller en funcionamiento y en mejores condiciones, para salvar aspectos de tipo legal en el que quedaban expuestos", concluye el trabajador de Mantenimiento del Borda.  
Tiempo argentino

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