15 de septiembre de 2016

 ENTREVISTA A MERCEDES CALZADO

La ley individual

Por Soledad Vallejos
“El tema de la inseguridad reaparece a partir de estos últimos casos, pero no construida del mismo modo que de unos años a esta parte. Ahora no aparece el reclamo a un Estado que tiene que intervenir frente al problema de la violencia urbana, no hay Estado protector, sino que se legitima la justicia por mano propia”, señala la investigadora del Conicet y el Instituto Gino Germani Mercedes Calzado, autora del libro Inseguros. El rol de los medios y la respuesta política frente a la violencia (ed. Aguilar). Aún cuando los temas vinculados a los delitos contra la propiedad privada permanecen en la agenda de noticias como si de un bajo continuo se tratara, y nunca desaparecen, los casos de “justicia por mano propia” llegaron a un lugar casi central en las últimas semanas, y dejaron en un segundo plano otro tipo de delitos.
–Por un lado, sí, venían las noticias sobre inseguridad como ese bajo continuo, pero a la vez era una especie de planteo de seguridad desmediatazada. El tema aparece fuertemente a partir de estos casos pero no del mismo modo que se venía construyendo de unos años a esta parte, no como reclamo a un Estado que tiene que intervenir frente al problema de la violencia urbana. Es como si el reclamo de un Estado protector desapareciera de las noticias.
–¿En qué se nota esa desaparición?
–Desaparece porque se legitima desde el aparato mediático, digamos, la justicia por mano propia. No se plantea si está bien o mal: simplemente se la considera como una situación dada, como decir “está bien que las personas tomen una iniciativa frente a un escenario que es violento y viene siéndolo hace mucho tiempo. No se habla de un reclamo hacia el Estado, sino que es como un decir “estamos cansados, tenemos que hacer algo”. En estos últimos tiempos, periodísticamente el Estado se construye desde otro lugar: tiene que intervenir frente al delito organizado del narcotráfico, pero no como un Estado que está fallando frente al delito callejero común, cotidiano, el de los hechos del día a día.
–¿En qué impacta esa ausencia de lo cotidiano?
–De algún modo se construye que existe un escenario bélico en el cual hay víctimas y victimarios pero el Estado está corrido de eso. Se asume que las víctimas tienen que intervenir porque es una cuestión de responsabilidad individual, como pagar la factura de gas a fin de mes. Es la responsabilización individual de los sujetos frente a una realidad cotidiana que le toca a cada uno. Uno tiene que hacerse cargo de la inseguridad, de la inflación, de los aumentos: es el sujeto frente a sus contingencias y el Estado desaparece hoy de cómo se construiye esa red de significiado de lo social.
–No hay un espacio que marque ahí la ley.
–No, porque parece ser legítimo que existan intervenciones individuales de esa forma, desde tener un arma y tirar un tiro hasta el caso de Zárate, que es todavía más impactante porque hubo dos personas perseguidas con un auto, llevadas por delante, y gente que pegó a un muerto.
–¿Qué más dice esa escena bélica?
–Que hay cuerpos que no valen y por eso se pueden mostrar en ese trance. Que el cuerpo del delincuente aparezca tirado en el piso en canales y sitios de noticias pero sin pixelar, por ejemplo, dice eso. Son cuerpos que no tienen valor y entonces pueden aparecer así. En esa misma línea, una columna de opinión cuantificó “víctimas” y “delincuentes muertos” para oponerlos, sin nada más concreto que los números en sí, algo que no dice nada. Pero eso indica otro de los datos interesantes: no hay información oficial de la seguridad/inseguridad en Argentina. Cuando una entra en la web del Ministerio de Seguridad, hay un botón enorme que dice “Transparencia”, pero al entrar al link no hay nada. No hay ningún dato que muestre cómo es en términos estadísticos la situación en Argentina, y eso tampoco es considerado. No hay una mirada crítica sobre si el Estado publica o no estadísticas sobre la cuestión criminal. Entonces, ante esa falta, los datos se construyen con los punteos que pueden elaborar las redacciones periodísticas. Por eso para un medio de la provincia de Buenos Aires hay una cantidad determinada de casos y para otro puede haber otro y así. Pero ¿cómo se llega a ese dato?
–¿El caso del médico Villar Cataldo comenzó esta serie?
–Estableció la posibilidad de hablar de justicia por mano propia como arma de legítima defensa sin una reflexión real respecto de qué significa eso, y mostró también el poder del periodismo para poner en agenda ese tipo de tema sin más mediación que la voz de quien fue víctima y, en ese caso, además victimario, y de quién está escuchando o leyendo del otro lado. A veces parece no haber mas que eso.
–Pero lo que se habló en medios sobre ese caso empujó también los discursos de funcionarios al respecto.
–Lo que se dijo desde el Estado fue impulsado desde los medios, y fue más que para recoger el guante desde el Estado, para legitimar el accionar individual. Por otro lado, esto de una construcción de escenario bélico últimamente está presente en muchos temas. Fueron intervenciones que, aunque en medio del debate pueda haber aparecido una dicotomía, resuelven que ese actor fue una víctima, no un victimario, porque se asume esa posición conductista de “si te pasa tal cosa, seguro reaccionás de tal otra”. Es como decir “si te roban, qué vas a hacer sino defender lo que es tuyo”. Lo vemos también en torno a las noticias sobre el arresto domiciliario o en cárcel común de imputados y condenados por delitos de lesa humanidad: reaparece ese debate, otra vez se cuestiona el tratamiento legal a esos victimarios.
–Es todo debatible otra vez, como si hubiera temas que nunca sedimentan, acuerdos que no quedan establecidos sino que pueden volver a discutirse para cambiar los términos.
–Todo debatible, pero desde la dicotomía. Se repone la discusión seguridad versus derechos humanos, como hace 10, 15 años.
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