2 de octubre de 2016

Macri, el golpe y el golpista

› Por Eric Nepomuceno
El presidente argentino Mauricio Macri recibe este lunes, en visita oficial, Michel Temer, presidente brasileño.
Son como almas gemelas, pero con una diferencia abismal: Macri llegó a la presidencia al amparo de los votos de la mayoría del electorado de su país. Temer llegó a la presidencia al amparo de los 61 votos de los senadores que admitieron liquidar 54 millones y 500 mil votos alcanzados por Dilma Rousseff en 2014.
Macri es un presidente legítimo. Temer, un usurpador ilegítimo.
Será la primera vez que Temer es recibido formalmente por otro jefe de Estado. Al recibirlo con todas las del ceremonial, Macri reconocerá oficialmente al golpista.
En sus dos viajes anteriores - a China, para la reunión del G-20, y a Nueva York, para la apertura de la sesión anual de la ONU - Temer hizo de todo para lograr una foto, una fotita que fuese, apretando la mano de algún dirigente del primer escalón global.
Nada. Obama siquiera fue escuchar el discurso que alguien escribió para ser leído por el ilegítimo.
Bueno: ahora, tendrá su foto con Macri. Algo es algo.
Sería conveniente que alguien le recordase al presidente argentino algunos puntos relacionados sobre el golpista cuya mano estrechará para las fotos de circunstancia.
Él traicionó de manera vil a la primera mujer electa presidenta del más poblado país de América Latina. Sabía que no había prueba alguna de que Dilma hubiese cometido crimen de responsabilidad, única condición prevista por la Constitución para destituir a un mandatario electo.
Tanto es así, que lo reconoció, con todas las letras, en un encuentro con empresarios en Nueva York: como Dilma no aceptó implantar el programa ultra neoliberal llamado ‘Puente para el futuro’, ya no había condición alguna para mantenerla en la presidencia. Fue el reconocimiento formal de que hubo un golpe institucional. Pese a haber registro grabado de su declaración, la prensa brasileña ignoró solemnemente la frase. Claro: hay que hacer prevalecer a la farsa.
Temer aceptó someterse al papel de heraldo de un golpe institucional llevado a cabo por los derrotados en las cuatro últimas elecciones presidenciales brasileñas. Temer jamás tuvo peso político para llevar a cabo nada significativo, cuanto más un golpe de Estado. Siempre fue un actor secundario, un mediocre escurridizo.
No es más que un testaferro gris de los que ya no aguantaban más ser relegados a la derrota elección tras elección. Los verdaderos ideólogos del golpe, con el Aécio Neves derrotado en 2014 y el ex presidente Fernando Henrique Cardoso a la cabeza, lo tienen como rehén.
O implanta un neoliberalismo fundamentalista, o cae. O impone el programa que responde directamente a los intereses del gran capital y de las grandes transnacionales, o lo despachan de regreso a la insignificancia de su vida insípida.
Hay, claro, coincidencias robustas entre su figura opaca y el presidente de los argentinos.
El FMI, por ejemplo. Seguramente los dos podrán intercambiar sonrisas por haber traído de regreso la tenebrosa sigla a nuestros países.
La misión que cumplió su primera visita oficial al Brasil de Temer fue veloz a la hora de difundir su receta: antes de cualquier otra cosa, hay que eliminar de inmediato una de las más exitosas medidas de los gobiernos de Lula da Silva y preservada por Dilma Rousseff para dar combate a la pobreza y disminuir las planetarias distancias sociales: la valorización del salario mínimo. Entre el primer año de la primera presidencia de Lula, 2003, y el primer año de la segunda presidencia de Dilma, el salario mínimo brasileño tuvo un aumento real de 76%. Dice la ONU que esa política fue el centro esencial de todas las otras que lograron disminuir la pobreza en Brasil.
Dice el FMI que hay que deshacer esa política. Y que hay que eliminar la relación entre jubilaciones y pensiones y la valorización del salario mínimo. Alrededor de 25 millones de brasileños sufrirá pérdidas reales. Dice el FMI que son medidas indispensables. Dice Temer que cumplirá la orden.
¿Sabrá el presidente argentino de todas las maniobras en que está enredado su colega usurpador? ¿Sabrá el presidente argentino de las andanzas de la pandilla que Temer abriga a su alrededor?
De Mauricio Macri se podrá decir lo que sea, excepto que haya llegado a la Casa Rosada montado en un golpe de Estado.
De Michel Temer se podrá decir cualquier cosa, excepto que sea un presidente legítimo y una figura íntegra con algún vestigio de decencia.
¿Lo sabrá Macri?
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