21 de enero de 2017

La soberbia de Vidal
Hay que registrar enero de 2017 como el momento en que María Eugenia Vidal aterrizó en el mundo de los pecados. Al tomarse vacaciones en México cayó en la soberbia, uno de los siete pecados capitales. Los otros son, según los definió el Papa Gregorio I en el siglo VI, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la ira y la pereza.
 San Gregorio Magno fue elegido Papa a los 50 años, en 590. Para él, la soberbia era el “inicio de todo pecado”.
 Fuera de la Teología, desde el último rey de Roma Tarquino el Soberbio, que vivió entre el 534 y el 509 antes de nuestra era, en política la soberbia se entiende más en una monarquía que en una república. Como escribió críticamente el historiador romano Salustio (86 al 34 antes de nuestra era) ser rey consiste en “hacer impunemente lo que uno quiere”.
 Dueña, al menos hasta ahora, de la mejor imagen pública de la Argentina, María Eugenia Vidal venía explotando con habilidad su aura de dirigente no contaminada con la política. Una de sus claves es, o era, la empatía con la gente. Quiso lograrla, por ejemplo, con su famosa foto calzando botitas de lluvia en agosto de 2015 luego de inundaciones en la Tercera Sección Electoral de la provincia de Buenos Aires. Las botitas despertaron cuestionamientos en el Frente Renovador y en el Frente para la Victoria. Vidal buscó acallarlos con una frase: “Estamos haciendo todo lo que podemos y vamos a dar lo mejor de nosotros para que no se sientan tan solos”, dijo a los inundados. También señaló que la solución eran las obras hídricas.
 La falta de empatía física con las víctimas es muy peligrosa. Al margen de cualquier análisis sobre las causas de las muertes en Cromañón y sobre el aprovechamiento político del macrismo, el entonces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra dio ayuda a los familiares de las víctimas a través de su funcionaria Gabriela Alegre pero no los contuvo personalmente. Perdió legitimidad política y lo pagó con el cargo. Cuando fueron las inundaciones de La Plata, en abril de 2013, el intendente Pablo Bruera estaba en Brasil. Bruera empeoró su situación mintiendo. Su cuenta de Twitter informó que estaba asistiendo a los evacuados y colocó una foto. Luego se descubrió que ese mismo día estaba en Río de Janeiro. Pidió disculpas pero en la intendencia de La Plata no hay más un peronista. Hoy la ocupa el PRO Julio Garro. A Horacio Rodríguez Larreta se le produjo una inundación mientras descansaba en Uruguay. Regresó para evitar el incendio. En el mismo diluvio que generó la foto de Vidal con botas, el entonces gobernador Daniel Scioli estaba en Italia. Anticipó su vuelta.
  El caso de Vidal está más emparentado con el doble discurso que con la mentira, aunque en política esa distinción depende del humor volátil de los ciudadanos. “Este verano vení a la costa”, decía ella misma en un aviso de la tele. “Vení a disfrutar de cada granito de arena. Vení a disfrutar de todo lo bueno que tiene. Sus paisajes, sus playas y su gente.” En el fondo se veían partidos de paleta y dunas. Dos clásicos de las playas argentinas. Después recaló en la mexicana Playa del Carmen.
 “Pobrecita, cómo la están atacando”, atinó a decir Mauricio Macri cuando el martes fue consultado sobre la gobernadora mientras almorzaba en el comedor de la Casa Rosada.
 Es probable que la victimización ensayada por el Presidente funcione por un tiempo más. Es posible incluso que la buena imagen de Vidal pueda mantenerse un tiempo. La novedad es que cometió un error de soberbia. Actuó como si la popularidad fuese inmortal. ¿Por qué un error? Porque la desaparición de 5147 empresas y la destrucción de 127 mil empleos en 2016, según cifras del INDEC, podrían ser consideradas parte de un rumbo encaminado hacia la concentración. En cambio la soberbia nunca puede ser un objetivo. Y quien la comete, quien se cree rey o reina, aunque crea que el blindaje de los grandes medios será eterno siempre corre un riesgo. ¿Riesgo de qué? No tiene sentido hacer pronósticos. Lo único serio es anotar la tendencia de Vidal a sentirse inmune. Es un dato político.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dueña, al menos hasta ahora, de la mejor imagen pública de la Argentina, María Eugenia Vidal.

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IMAGEN EN EL SENTIDO DE ESO SOLO IMAGEN COMO UNA ACTRIZ DE NOVELA ESPAÑOLA O COMO UNA MODELO.

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SI HASTA LA CARRIOS SE QUEJA QUE ELLA INVENTA PUTERIO Y LUEGO LE DAN CARGOS A LA MANIQUÍ O manneken DEL PRO, LA BELLA COMO LE DICE CARRIOS.

EL ILUSO VOTANTE ARGENTINO SUPERA LOS NIVELES MAS ALTOS DE CHOLULISMO Y TILINGUERÍA FASHON.

Y LUEGO LES CAEN LAS DIESMIL CURROMALDICIONES ENCIMA, QUE GILES A CUERDA.