Con el año electoral en marcha y tras un marzo intenso con varias protestas multitudinarias en la calle, el macrismo encaró un giro en su estrategia política. Dejó atrás la foto del perro Balcarce, la huerta de Juliana Awada y la ternura de la pequeña Antonia para endurecer su discurso y enfilar sus cañones hacia una polarización directa con el kirchnerismo. PáginaI12 consultó a distintos especialistas para analizar el cambio en la actitud del oficialismo y sus posibles consecuencias de cara a las legislativas de octubre, en un contexto económico adverso. “Esta ‘estrategia de polarización’ es un ‘plan B’ del Gobierno dada la situación económica que no preveía tras la ‘exitosa (?) salida del cepo’”, asegura el politólogo Nicolás Tereschuk. “En esta dinámica, el massismo se enfrenta a una situación compleja. La ‘avenida del medio’ comienza a acortarse tironeada por alguna de las dos principales veredas”, agrega Sergio De Piero, profesor de la UBA y la UNAJ. “La política argentina no se distingue por izquierda o derecha, sino por oficialismo y oposición. Eso se incentiva aún más en períodos electorales, de modo que lo que único que cambió es que Cambiemos comenzó a jugar ese juego: el de la división a favor o en contra del Gobierno de turno. Vuelve a una tradición política argentina clásica”, remarca Facundo Cruz, docente de la UBA y la Universidad Di Tella.
Cuando todavía faltan definirse las candidaturas, incluida la participación o no de la ex presidenta Cristina Fernández en el distrito más grande del país (la provincia de Buenos Aires), el Gobierno comenzó ya a delinear algunas de sus estrategias para la elección de medio término. Mientras el año pasado había comenzado con una promesa de dejar atrás “la grieta” y de “unir a los argentinos”, el 2017 arrancó con un Mauricio Macri confrontando con el kirchnerismo en la Asamblea Legislativa, denunciando “las mafias” en los sindicatos y con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, más combativo en su exposición en el Congreso. “Que un presidente argentino busque una cierta polarización y actúe en consecuencia es lo más normal y eso puede fortalecer de algún modo la posición del Presidente. Es muy difícil gobernar la Argentina desde un lugar en el que sólo se confía en los cambiantes vientos de la opinión pública y no se hace pie en una base social sólida, en un ‘voto duro’ que se identifique con el Presidente”, explica Tereschuk, magister en Sociología Económica (Idaes-Unsam) y uno de los editores del blog Artepolítica. En una línea similar, para Cruz la actitud del macrismo también es una combinación entre la necesidad y una característica típica de un año electoral: “En vistas de que se han perdido batallas políticas importantes y teniendo que retroceder en algunas decisiones (reforma política, Ganancias, Correo Argentino, aerolíneas low cost), la fortaleza que le queda al Gobierno es apelar a que la actual gestión es el cambio de lo que estaba antes. Y si no se apoya, empuja, fortalece y mantiene la agenda de cambio, vuelven los que gobernaban antes. Eso se potencia en año electoral. Más aún en un esquema donde la inflación no baja, sino que se estanca. Si no hay resultados económicos concretos que se sientan en el bolsillo, lo que le queda a la coalición Cambiemos es cerrar filas y apelar a la polarización. Le queda construcción de discurso. Construcción de agenda”, advierte.
A diferencia de la elección de 2015, que incluyó cargos ejecutivos tanto nacionales como provinciales, la de este año es una elección legislativa, lo que cambia las características de la votación. Si bien la polarización entre macrismo y kirchnerismo tiende a nacionalizar los comicios, en realidad se producirán 24 elecciones simultáneas para diputados nacionales y 8 para senadores. Así, el eje quedará depositado en los distritos más grandes: Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y sobre todo Buenos Aires, que representa casi un 40 por ciento del padrón electoral. En este distrito entra también en juego el tercer actor político más relevante a nivel nacional, el Frente Renovador. “Ganar o perder se va a medir por el resultado de La Provincia. ¿Qué puede pasar con el FR si se presenta una lista del PJ no K con Randazzo y Domínguez? ¿Qué pasa si CFK se decide? Puede perder estructura. Puede perder votantes. Más allá de las posturas del electorado, depende mucho de la oferta. Y quedarse en el medio y tener competidores en el medio puede ser una lotería. Eso, en política electoral, es riesgoso”, advierte Cruz, quien cita una investigación de su colega Diego Reynoso sobre el achicamiento de la “ancha avenida del medio” que pregonaba el ex intendente de Tigre. Por fuera de la estrategia electoral, Tereschuk sostiene que el macrismo tiene “un ambicioso plan refundacional de la política argentina en el que se plantea una mayor distancia social entre gobernantes y gobernados”. El cofundador de Artepolítica advierte que el de Cambiemos es un gobierno “en el que los que mandan son aquellos ‘destinados para mandar’ por cuna, fortuna o acceso y vínculo con cierta elite educativa y social”. 
Por el momento, tanto el macrismo como el kirchnerismo reproducen, invertida, parte de la polarización que se produjo durante los gobiernos de CFK. Habrá que ver si con la definición de las candidaturas también se redefinen las estrategias. En lo que coinciden los tres especialistas consultados es en que los más complicados en este escenario son los partidos o fuerzas que no se posicionan en ninguna de las dos veredas. “Perder pierden los que juegan a mitad de camino, porque no queda claro para el electorado de qué lado se posicionan los actores, como el caso de Massa, Margarita Stolbizer o algunos peronistas provinciales, Juan Manuel Urtubey, Carlos Verna, Domingo Peppo o Gustavo Bordet”, sintetiza Cruz.
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