3 de junio de 2017

Activistas feministas protestaron contra la deuda externa macrista La incidencia de los billetes Al mediodía, en la puerta misma del Banco Central, vestidas como ejecutivos de la city porteña, denunciaron la masiva toma de deuda pública. “El endeudamiento nos quita autonomía económica, promete más flexibilización y precarización”, dijeron.
“La deuda es una bomba de tiempo”, decía uno de los carteles que exhibían activistas del colectivo Ni Una Menos y de otras organizaciones aliadas de espaldas a la puerta del Banco Central, en plena city porteña, mientras desplegaban una gran bandera con la leyenda “Vivas y desendeudadas nos queremos”. Fue ayer a las 13, como preámbulo de la convocatoria del 3J que hoy volverá a hacer temblar las principales ciudades del país. Justo en ese momento entraba al edificio el vicepresidente del BCRA, Lucas Llach, que prefirió no detenerse a observar la primera manifestación pública, sorpresiva, contra la deuda externa contraída en lo que va de la gestión macrista y para denunciar que se trata de otra forma de violencia que pone en riesgo la vida de las mujeres. “Si, la hicieron las mujeres. Yo saqué esta foto admirado de ver tanta fuerza y rebeldía expresada en nuevas formas de hacer política”, escribió en redes sociales, a modo de epígrafe, Pedro Biscay, miembro del directorio de la institución financiera que regula la política monetaria del país, mientras difundía la imagen de las jóvenes vestidas –y algunos varones– con camisa blanca, algunas con moñitos anudados en sus cuellos, y sacos negros, para emular a los hombres de la city, levantando los carteles y la bandera. Desde que el Gobierno de la Alianza Cambiemos asumió, “ingresamos en un nuevo ciclo de endeudamiento que ronda la cifra de los 95 mil millones de dólares”, denunciaron las activistas. “Esta descomunal toma de deuda se estima que llegará al 60 por ciento del PBI de 2017”, leyeron cinco jóvenes, también personificadas como hombres de la City, a modo de un coro de Erinias, diosas en la mitología griega que maldicen a quien las sojuzga. Y siguieron leyendo un manifestó en el que vincularon el endeudamiento del país con el impacto que tiene sobre la vida de las mujeres. “La deuda es violencia”, “La deuda es obediencia”, “Hago cuentas todo el día”, “Más deuda, menos vida”, decían otros carteles levantados por las manifestantes feministas. Y cada frase sonaba sobre la calle Reconquista al 200 como un lamento, como voz desgarrada, una y otra vez. El coro de Erinias ahora estaba formado por casi medio centenar de activistas, de NUM, de Serigrafistas Queer, del Laboratorio Audiovisual Comunitario, de Fútbol Militante, de Emergente. La acción de protesta se articuló también con Patria Grande y Seamos Libres. “La deuda es lo que no nos deja decir ‘no’ cuando queremos decir no, es la que nos quita autonomía económica cuando queremos huir de hogares violentos. La deuda explota nuestra vitalidad en los barrios y en las economías populares y comunitarias. La deuda pública promete más flexibilización y más precarización de nuestras existencias. Por eso estamos acá”, dijo a PáginaI12 Verónica Gago, profesora universitaria e integrante de NUM, que portaba uno de los carteles. a poco de conocerse la acción sorpresiva, algunas voces la cuestionaron en redes sociales por “mezclar todo”, al vincular deuda externa y violencia hacia las mujeres. Otra voz de NUM, también periodista de este diario, Marta Dillon se ocupó de responder a las críticas: “Nosotras reivindicamos esa mezcla. No se trata de mezcla sino de intersección. La violencia no es un hecho aislado, nos condiciona. La deuda repercute sobre quienes tienen trabajo más precarizado. De hacer visible las intersecciones se trata esta acción”, explicó la editora del suplemento Las 12. El coro de cinco jóvenes seguía leyendo: “Para tomar deuda, el Estado promete planes de flexibilización laboral y reducción del gasto público que afectan de modo diferencial a mujeres. Además, en los últimos años fuimos bancarizadas compulsivamente, al punto que los subsidios sociales son insumos del sistema financiero. Como jefas de hogar, ocupamos un lugar central en la organización y autogestión de tramas de cooperación. Las corporaciones financieras explotan estas economías comunitarias cobrando comisiones sobre subsidios y salarios y aplicando tasas de interés exorbitantes para préstamos, tarjetas de crédito y microcréditos”, se escuchó. Gente de traje y corbata, mujeres apuradas, motoqueros, detenían el paso para enterarse de qué se trataba y cuando escuchaban que el colectivo Ni Una Menos estaba detrás de la protesta, se disponían a prestar más atención. El coro seguía: “Pero con la tarjeta de crédito festejamos un cumpleaños, con el préstamo hacemos la pieza del fondo, con el microcrédito buscamos emprender ese negocio que nos dejaría sobrevivir. Y así pasamos las noches, haciendo cuentas, separando la parte del león. Esa cuenta del día a día es la que se hace abstracta en las políticas financieras pero que las mujeres le ponemos el cuerpo en cada lugar donde hacemos malabares para llegar a fin de mes”. PAGINA 12

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