El caso del supuesto periodista-espía en la Casa Rosada
Coladores
Por Raúl Kollmann
El caso del supuesto periodista-espía, Juan Manuel Illescas, llama la atención, sobre todo por la ineptitud mostrada en el caso por el Poder Ejecutivo.
En primer lugar, por no tener la menor información sobre un acreditado en Casa Rosada, adonde podía entrar todas las veces que quisiera. Illescas era un supuesto corresponsal de una radio sin capacidad económica para tener un corresponsal y que, de acuerdo a su dueño, no le pagaba nada. O sea, no está claro de qué trabajaba el periodista.
Pero, en segundo lugar y fundamentalmente, porque cuando se descubre un caso de espionaje de esa naturaleza lo que se hace es "caminar" al sospechoso, ver para quién trabaja, ver qué averigua y usar métodos como la llamada "intoxicación", es decir darle información falsa para que transmita a sus supuestos jefes o compradores de datos. De esa manera, rastrear hacia adónde va la fuga, quién está detrás.
A primera vista, si es espía, no parece un espía muy sofisticado. Dejó los dedos pegados, o sea una evidencia grosera, al aparecer como empleado de una empresa de seguridad, Segurarg, y de otra empresa de la calle Gelly y Obes, según consigna el diario Clarín. No dá la impresión que la Sala de Periodistas de Casa Rosada sea además fuente de información ultra-confidencial, pero es posible que consiguiera datos para venderle luego a alguien.
En el argot lo llamarían "un busca", como resultó Alan Bogado, el hombre que vendía que había estado en las negociaciones por el Memorándum con Irán, tanto en Zurich como en Nueva York. Un informe de Migraciones demostró luego que nunca salió del país. No obstante, el fiscal Alberto Nisman armó toda una denuncia "comiéndose" el amague: le dió credibilidad a un busca de décima categoría.
Seguramente Juan Manuel Illescas, el supuesto periodista-espía descubierto durante el fin de semana, no le llega a los talones a Ciro James, el espía de Mauricio Macri. James efectivamente conseguía escuchas realizadas por la propia SIDE al familiar de una víctima del atentado contra la AMIA, al cuñado del actual Presidente, al empresario Carlos Avila, que en esa época negociaba la ruptura del contrato del fútbol televisado entre la AFA y Torneos. Ciro James, que trabajaba para el policía predilecto de Macri, Jorge El Fino Palacios, también dejó los dedos pegados porque apareció en la nómina de empleados del Ministerio de Educación porteño, en tiempos en que el jefe de Gobierno era el actual mandatario. Pero a descubrir eso se llegó después de bastante investigar. En principio, Illescas no tiene ese nivel, pero habrá que averiguarlo.
Las conclusiones del escandalete son que la Casa Militar, encargada de la seguridad presidencial, fue un colador. Y, luego, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI, ex SIDE) y el resto de los que intervinieron en el caso, aparecen exhibiendo ineptitud para determinar para quién espiaba Illescas, si es que espiaba, y qué información recogió, si es que recogió algo.
Ah, eso sí. El presidente Macri acaba de anunciar la compra de un ultra-sofisticado aparato israelí para enfrentar la guerra informática mundial. Por de pronto, me pregunto si no se podía haber hecho algo así en la Argentina, con especialistas argentinos en software. Y, además, inventemos algo rápido contra los coladores que hay ahí mismo, cercado del despacho presidencial.
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