19 de enero de 2019

Piletas sin Milagro
Por Luis Bruschtein

El miércoles vencía la preventiva que sufría Milagro Sala y que había provocado una catarata de protestas internacionales. El gobernador Gerardo Morales necesitaba que el martes el Tribunal Criminal Número 3 de Jujuy la condenara, como sucedió. Todo el juicio estuvo plagado de irregularidades como que la última sesión se postergó diez horas porque habían detenido en Formosa por narcotráfico a Raúl Ezequiel Aguilera, uno de los principales testigos e hijo de la diputada Mabel Belconte, testigo estrella, quien tras declarar contra su mentora tuvo un intento de suicidio. El juicio fue una gran puesta en escena donde el público pudo ver las movidas grotescas que se producían tras bambalinas. Porque en realidad esa parodia de juicio funcionó más como un choque de culturas donde predominó la más poderosa. No se necesitaron pruebas sino satisfacer el prejuicio.
Este juicio se convierte en un ensayo del tipo de sociedad que Cambiemos pone en juego y que busca neutralizar y anular a las organizaciones sociales. Para Cambiemos, la cacerola tiene que entender que está más cerca de los bancos que de los desocupados.
El orden que busca el neoliberalismo representado por la alianza Cambiemos que integra el radical Morales se estructura según la ley del gallinero, donde el que está más arriba jode al que está más abajo. Quiere una sociedad fragmentada y ordenada jerárquicamente por el odio y el desprecio del que está arriba hacia los de abajo. Es una organización que mira hacia abajo y no hacia los que se favorecen de ella, que son los que están arriba.
Hay un sector de la sociedad que acepta sin dudar la decisión del tribunal de Jujuy contra Milagro Sala porque esa condena es coherente con la idea que tiene de un dirigente del movimiento de desocupados.
Cuando Horacio Rodríguez Larreta inauguró un parque acuático con unas alfombras de plástico con surtidores de agua, algo que se usa también en otras partes del mundo, Milagro Sala, le envió desde la cárcel un mensaje socarrón: “Vi que inauguraste una pileta, que en realidad es una alfombra. Como sabrás, nosotros además de las miles de viviendas construimos 18 piletas, entre ellas la del Parque Acuático que es la más grande del noroeste argentino. Si necesitás algún tipo de asesoramiento contá conmigo”.
Hay una anécdota de Eva Perón sobre la construcción de viviendas populares a cargo de su Fundación. Ella insistía en que las casas debían ser tipo chalets californianos de los que estaban de moda en esa época entre los sectores burgueses.
Los arquitectos e ingenieros trataron de convencerla, le dijeron que el concepto californiano era importado, que no era “nacional”, que con lo que implicaba hacer un chalet de ese tipo se podían construir diez departamentos en un monobloque, que no era práctica esa idea. Evita insistió: “si el pueblo quiere chalets, vamos a hacer chalets, no vamos a construir casas para pobres”. Y así se construyeron numerosos barrios populares con el clásico chalet con frente de piedra laja y techos de tejas, como Ciudad Evita.
Es probable que los arquitectos tuvieran razón desde el punto de vista técnico o práctico, pero Evita les hablaba con el corazón. El chalet es el equivalente de las piletas. Milagro lo sabe porque lo vivió en carne propia cuando era una niña y no la dejaban entrar a la pileta adonde iban sus hermanastros porque ella era negrita y coya.
Construyó las piletas para los pobres como un acto de reivindicación, porque para ella, esta sociedad asigna las piletas solamente a los ricos. Construir 18 piletas de natación en barrios populares fue un acto de enorme significado reivindicatorio, que no pueden entender los que tienen pileta en sus casas o en la de sus amigos.
Las piletas serían el equivalente a los chalets de Evita y el juego acuático de plástico con surtidores (también muy disfrutado por sectores populares), serían los departamentos de los monobloques.
Además de las piletas, Milagro Sala construyó 8500 viviendas populares, escuelas primarias y secundarias (con pileta cubierta), fábricas bloqueras, numerosas salas de salud y organizó cooperativas de trabajo. Todo lo hizo con el dinero por el cual se la acusa de “mala administración” y fraude a la administración pública. Fue un alarde de eficiencia, porque por la misma cantidad, una constructora particular no hubiera construido ni la mitad.
Todas esas obras fueron vandalizadas poco después de que Milagro fuera detenida. Fue una advertencia para las organizaciones que integraban el frente de la Tupac Amaru de que, con Milagro presa se había terminado la fiesta. Rompieron los vidrios de las salas de salud, robaron la maquinaria de las bloqueras y el gobierno provincial se apropió de las escuelas. Pero la imagen emblemática de esa embestida contra la organización fueron los piletones del “Cantry” secos y abandonados, con los leones marinos de yeso, que emulaban a los clásicos de la rambla marplatense, destruidos a martillazos.
Tanto peso simbólico tuvieron las piletas que su maltrato terminó por convertirse en la imagen más representativa de la derrota y la destrucción. Pero al mismo tiempo, esas imágenes tuvieron un significado diferente según la condición social. Los macristas lo festejaron como la señal más clara de que sus fueros ya no corrían peligro y de que se había puesto en caja a los advenedizos. Los pobres lo visualizaron como un acto de crueldad, una salvajada.
Esa imagen de las piletas reapareció el miércoles en el obelisco, un día después de que el Tribunal condenara a Milagro a 13 años de prisión. Esta vez no fueron los grandes piletones del “Cantry”, sino numerosas pelopinchos de lona. Cuando un gesto de dignidad en la sociedad tiene esa intensidad y la marca genuina de origen, la historia se lo apropia, lo incorpora como parte de la experiencia de esa sociedad. Y ahora las piletas regresan como forma de protesta.
Mientras las organizaciones sociales y los organismos de derechos humanos realizaban este “piletazo”, el gobernador Morales apareció en el programa “A dos voces”, de TN. “Milagro es una delincuente que puso en marcha un sistema violento y fascista de persecución de los más pobres”, afirmó tras celebrar el fallo del tribunal.
Esta es la cuarta causa que se tramita contra Milagro Sala y es la única que amerita que permanezca prisionera lo cual explica la premura del gobernador para que el tribunal emitiera un fallo. Ese apuro demuestra a su vez, el temor de que Milagro Sala en libertad pudiera reorganizar el movimiento popular y la oposición.
Desde la cárcel, Milagro había dicho que “Gerardo Morales es un cagón, no quiere competir políticamente conmigo porque me tiene miedo”. Lo pasaron varias veces por televisión y se reprodujo en las redes. Son palabras fuertes, sin vueltas cortesanas. Con los tapones de punta y al tobillo. Para un sector de la sociedad, esa forma de hablar de Milagro completa el estereotipo que se forma de los dirigentes sociales para descalificarlos. Pero ella tiene razón, porque los radicales jujeños nunca ocultaron que les hubiera sido muy difícil gobernar si antes no destruían su organización y la anulaban a ella como líder.
Evita hablaba así también. No es para hacer un paralelo. Son muy diferentes. Pero las dos vienen de abajo y con un fuerte impulso de rebeldía contra las injusticias. Y el antiperonismo se regodeó mucho en esa forma de hablar que también tenía Evita. Es como el viejo apotegma de mayo francés del 68 que decía: “Cuando el dedo señala a la luna, los estúpidos miran el dedo”.
Con Milagro Sala confluyen dos factores para consumar una injusticia. Por un lado el interés político del oficialismo para destruir a una organización popular que hubiera puesto mucha resistencia a los planes de ajuste en la provincia y a los actos de corrupción del gobierno que se han denunciado tanto en negocios inmobiliarios como con el litio.
Y esa persecución política, una marca de Cambiemos que se reproduce a nivel nacional, encuentra vía libre gracias al consentimiento de una parte de la sociedad jujeña que vio en la lucha de los movimientos sociales una amenaza y no los remezones provocados por situaciones injustas que fueron endémicas en la provincia. Milagro Sala es un emergente muy jujeño de esos problemas.
Ese desencuentro está representado también en la impunidad con que Morales acusa de violenta y mafiosa a Milagro Sala, al mismo tiempo que manipula a la Corte Suprema, a los jueces y a los fiscales encargados de perseguirla. Esa manipulación es mucho más lesiva para el conjunto de la sociedad que cualquier corte de ruta. Los aprietes y maltratos a los dirigentes de la Tupac, ya fuera para que denuncien a sus compañeros o para que abandonen la lucha, son más violentos que cualquier manifestación callejera.
Es un choque de culturas. Es un ensayo de la sociedad que quiere Cambiemos. Y es persecución política. Es todas esas cosas, pero es tan obvia la injusticia en este juicio contra Milagro Sala, que terminará por convertirse en el juicio de la historia contra Gerardo Morales.
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