2 de septiembre de 2024

Milei Castiga a Buenos Aires modificando la traza del gasoducto de Vaca Muerta para perjudicar a Kicillof

La segunda etapa del Gasoducto Néstor Kirchner, fundamental para el autoabastecimiento energético de Argentina, enfrenta un polémico rediseño. El plan original, que conectaba Salliqueló con San Jerónimo, está siendo desmantelado por el gobierno nacional en favor de una ruta que excluye a la provincia de Buenos Aires, perjudicando directamente a la gestión de Axel Kicillof. Detrás de la retórica ambiental, la jugada de Milei parece ser un castigo político disfrazado de eficiencia.

 El Gasoducto Néstor Kirchner, pieza clave en el desarrollo energético de Argentina y en el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos, se ha convertido en el último campo de batalla de una disputa política que trasciende los intereses nacionales. El gobierno de Javier Milei, conocido por sus decisiones controvertidas y su aversión a todo lo que huela a kirchnerismo, ha decidido reescribir el plan original del proyecto, redirigiendo la segunda etapa del gasoducto de Vaca Muerta, originalmente trazado desde Salliqueló en la provincia de Buenos Aires hasta San Jerónimo en Santa Fe. En su lugar, Milei propone un desvío que pasa por La Pampa y llega a Córdoba, una maniobra que muchos consideran un acto de venganza contra el gobernador bonaerense Axel Kicillof.

La primera etapa del Gasoducto Néstor Kirchner, que ya se encuentra en funcionamiento, transporta gas desde Tratayén, en la cuenca neuquina, hasta Salliqueló, donde debía iniciar la segunda fase hacia el centro y norte del país. Sin embargo, los planes de Milei amenazan con desmantelar años de trabajo y planificación, bajo el pretexto de una supuesta optimización del trazado. El argumento oficial, según documentos internos de Enarsa filtrados a La Política Online, se basa en la necesidad de minimizar el impacto ambiental y reducir costos, aunque estos mismos estudios ya habían sido realizados y validados por la administración anterior.

La movida de Milei ha generado una ola de indignación entre los funcionarios de la gestión anterior y expertos en energía, quienes ven en esta decisión un ataque directo a la administración de Kicillof. "Es una locura, pierde sentido haber llevado el caño hasta Salliqueló," afirmó un exfuncionario de Enarsa. Las razones ambientales esgrimidas por el gobierno, que incluyen la presencia de vegetación autóctona en Buenos Aires como jarilla, zampa y caldenales, parecen un débil disfraz para lo que en realidad es un golpe estratégico contra la provincia que representa uno de los bastiones del kirchnerismo.

La confrontación entre Milei y Kicillof no es nueva. Ya se vio en la reciente decisión del gobierno nacional de trasladar la planta de GNL de Petronas desde Bahía Blanca a Río Negro, otro movimiento interpretado como un esfuerzo por debilitar la posición de Buenos Aires. En este contexto, la redirección del gasoducto aparece como otro capítulo en una guerra fría que no solo afecta a Kicillof, sino que pone en juego la estabilidad y el desarrollo energético del país.

Modificar la traza del gasoducto tiene consecuencias más allá de la política interna. Las provincias que albergan esta infraestructura reciben beneficios económicos significativos, como regalías, desarrollo industrial y generación de empleo. La exclusión de Buenos Aires de esta ecuación representa no solo una pérdida financiera para la provincia, sino también un golpe a su capacidad de influencia en el sector energético. Por otro lado, La Pampa y Córdoba se perfilan como las nuevas beneficiarias de esta reconfiguración, aunque los costos económicos y técnicos de este cambio aún no han sido completamente evaluados.

El debate sobre la modificación del gasoducto también revela las contradicciones de la administración de Milei. Mientras se presenta como un gobierno preocupado por el medio ambiente al justificar el cambio de traza por la protección de la vegetación autóctona, sus políticas en otras áreas muestran un desprecio por las agendas ecológicas, como lo demuestra su intención de declarar a Greenpeace como organización terrorista. Este doble discurso subraya la falta de coherencia en la política energética del gobierno, que parece estar más guiada por rencores personales que por un compromiso real con la sostenibilidad o la eficiencia.

La insistencia en redirigir el gasoducto desde Salliqueló a La Pampa, ignorando los estudios ya realizados y las expropiaciones necesarias, representa un riesgo para la economía y la infraestructura del país. Los expertos advierten que este cambio podría resultar en un encarecimiento significativo del proyecto, complicando su implementación y retrasando los beneficios esperados. En un contexto donde Argentina lucha por mantener su posición como exportador de hidrocarburos y asegurar el autoabastecimiento energético, cualquier retraso o complicación en proyectos de esta magnitud tiene repercusiones que trascienden las fronteras provinciales.

La rivalidad entre Milei y Kicillof ha escalado al punto de poner en peligro una de las infraestructuras más críticas para el desarrollo del país. El Gasoducto Néstor Kirchner no es solo un conducto para el gas; es un símbolo de la capacidad de Argentina para aprovechar sus recursos naturales en beneficio de toda la nación. Sin embargo, bajo la administración actual, este símbolo se está convirtiendo en una herramienta de venganza política, sacrificando la eficiencia y el progreso en nombre de la discordia.

En última instancia, la modificación de la traza del gasoducto es un reflejo de las prioridades distorsionadas del gobierno de Javier Milei. En lugar de consolidar un proyecto que ya había avanzado significativamente, la administración ha optado por reescribir la historia, perjudicando a Buenos Aires y poniendo en riesgo la estabilidad energética del país. Mientras la guerra política entre Milei y Kicillof continúa, el futuro del gasoducto y de Argentina pende de un hilo, atrapado entre la necesidad de avanzar y el deseo de revancha.

EN ORSAI

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