3 de enero de 2025

La farsa del superávit: Juntaron los dólares para pagar sólo los intereses de la deuda

Con la promesa de estabilidad, el gobierno de Javier Milei asegura haber garantizado los vencimientos de deuda de 2025. La pregunta es si esto corresponde a una estrategia de sustentabilidad fiscal o a una peligrosa apuesta a corto plazo que oculta los verdaderos costos para la economía argentina.

(Por Walter Onorato) El gobierno de Javier Milei, junto a su ministro de Economía, Luis Caputo, ha celebrado como un éxito rotundo la adquisición de casi 7.000 millones de dólares para cubrir los vencimientos de deuda externa de 2025. Este movimiento, respaldado por un superávit fiscal en 2024, busca proyectar una imagen de solidez fiscal y confianza ante los mercados internacionales. Sin embargo, detrás de esta maniobra se esconden graves interrogantes sobre su impacto en la economía real, los sectores productivos y la sostenibilidad de la deuda a futuro.

En un contexto en el que el Banco Central (BCRA) registra reservas netas negativas superiores a los 10.000 millones de dólares, la narrativa oficial sobre este “éxito financiero” revela una preocupante desconexión con la realidad económica. Según datos del propio gobierno, aunque las reservas brutas han crecido modestamente hasta alcanzar los 29.607 millones de dólares, esto se debe más a restricciones cambiarias y a una caída en las importaciones que a un real dinamismo económico. 

El espejismo de la confianza en los mercados

El impacto más visible de esta política ha sido la reducción del riesgo país, que pasó de 1.556 puntos básicos a 637. Este indicador, que mide la confianza de los mercados internacionales, podría interpretarse como un triunfo de la gestión Milei. Sin embargo, este descenso no responde a una mejora estructural de la economía, sino a una percepción de corto plazo basada en que el gobierno “no necesitará” recurrir al mercado de capitales para refinanciar deuda este año.

La reducción del riesgo país, aunque celebrada por algunos sectores, no es más que una cortina de humo. Los mercados interpretan que el gobierno cumplirá con sus compromisos inmediatos, pero esto no soluciona los problemas estructurales de fondo, como el estancamiento productivo, la desigualdad y la dependencia crónica del financiamiento externo. 

Reservas negativas: una bomba de tiempo

A pesar de los esfuerzos oficiales por inflar las cifras de reservas, el panorama sigue siendo desolador. Según la metodología del FMI, que resta los compromisos de pago y los depósitos del Tesoro, las reservas netas se mantienen en terreno negativo, alrededor de los 10.400 millones de dólares. Incluso considerando los dólares adquiridos por el Tesoro, estas reservas apenas mejorarían, dejando al país expuesto a shocks externos y a un posible colapso cambiario.

Luis Caputo, hombre clave en esta estrategia, ha prometido cerrar un nuevo acuerdo con el FMI en el primer cuatrimestre del año. Este convenio incluiría un desembolso de fondos frescos que podrían reforzar las reservas, pero también implicaría nuevas condicionalidades y ajustes que recaerán sobre los sectores más vulnerables de la población.

 El costo social de la estabilidad fiscal

La acumulación de dólares se logró, en gran medida, a través de un superávit fiscal que vino acompañado de duros recortes en el gasto público. El ajuste afectó áreas clave como educación, salud y desarrollo social, profundizando la desigualdad y debilitando las bases para un crecimiento inclusivo. Mientras tanto, el sector agroexportador, que liquidó un 27% más de dólares en comparación con 2023, se benefició de medidas específicas que no se reflejan en mejoras para el resto de la economía.

Los costos del ajuste son evidentes. Con una inflación persistente y salarios reales en caída, el esfuerzo por mostrar “cuentas en orden” no ha logrado aliviar la situación de millones de argentinos. Por el contrario, las políticas de ajuste han consolidado un modelo regresivo que privilegia la especulación financiera sobre el desarrollo productivo. 

Hipotecar el futuro por un respiro inmediato

El enfoque del gobierno de Milei prioriza cumplir con los compromisos de deuda en el corto plazo, pero esto no garantiza la sostenibilidad financiera a mediano y largo plazo. La adquisición de dólares para pagar vencimientos inmediatos genera una falsa sensación de estabilidad mientras se acumulan riesgos estructurales.

Las reservas del Banco Central, lejos de ser un respaldo para la economía, se han convertido en un instrumento para sostener una narrativa oficial que ignora las demandas sociales y las necesidades productivas. En el horizonte, la dependencia del FMI y la falta de un plan de desarrollo integral amenazan con perpetuar un ciclo de endeudamiento crónico y ajustes que socavan la soberanía económica del país. 

Un modelo en disputa

El manejo de la deuda y las reservas bajo la administración de Javier Milei deja más preguntas que respuestas. ¿Es este un modelo sostenible o una estrategia riesgosa que hipotecará el futuro de generaciones enteras? Mientras el gobierno celebra sus “éxitos” en los mercados financieros, la realidad económica y social de Argentina sigue marcada por la incertidumbre, el endeudamiento y la inequidad. Es hora de repensar las prioridades y construir una política económica que responda a las necesidades del país y no a las demandas de los mercados.

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