El negocio detrás de la venta de tierras del INTA
El gobierno de Milei avanza con el remate de terrenos públicos destinados a la ciencia y la producción agropecuaria. Lo que llaman “ajuste” es, en realidad, una privatización encubierta que favorece a desarrolladores inmobiliarios y al agronegocio concentrado. Las 100.000 hectáreas del INTA, en la mira.
Por Redacción | En Orsai
La motosierra no es sólo una metáfora. Mientras el discurso oficial insiste en la necesidad de “achicar el Estado”, lo que se esconde detrás de los recortes presupuestarios, despidos masivos y cierre de programas científicos es un fenomenal negocio inmobiliario de desguace institucional. Así lo denunció Ariel Pereda, director nacional del INTA, en su primera aparición pública desde que asumió en agosto de 2023. Según explicó, el gobierno ya remató un edificio del instituto en pleno Palermo, vendió 40 hectáreas en Salta y prepara un avance sistemático sobre más de 100.000 hectáreas productivas y científicas que el INTA posee en todo el país.
El ajuste no es ideológico: es material. Y huele a tierra vendida.
Palermo ya cayó
Uno de los primeros movimientos fue casi silencioso. En abril de 2024, se concretó la venta del edificio que el INTA tenía en el corazón de Palermo, en un área estratégica para la investigación urbana. El inmueble, que formaba parte del patrimonio público destinado al desarrollo científico, fue transferido a un privado mediante una operación opaca, sin licitación pública ni consulta a los organismos técnicos del sistema científico nacional.
¿Quién se quedó con ese edificio? ¿Por qué se remató sin debate parlamentario? ¿Qué intereses se esconden detrás de estas operaciones?
El gobierno no responde. El ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, repite que hay que “reducir gastos”, mientras firma el vaciamiento de una de las instituciones más importantes del país en materia de innovación agropecuaria. Pero lo que llaman “gastos” son, en realidad, espacios de generación de conocimiento que tardaron décadas en consolidarse.
Salta: 40 hectáreas menos
Según reveló Pereda, también se ejecutó la venta de 40 hectáreas del INTA en Salta, un terreno clave para la experimentación agrícola y el desarrollo de tecnologías para cultivos regionales. Estas tierras eran utilizadas para ensayos productivos vinculados a la mejora genética de semillas, el control de plagas y la adaptación al cambio climático. Ahora, serán loteadas o explotadas con fines puramente comerciales.
El daño no es simbólico. Es directo: destruyen el soporte territorial del conocimiento, arrasan con centros experimentales y entregan al mercado aquello que se construyó con fondos públicos durante más de 70 años.
¿Qué se viene? Las 100.000 hectáreas del INTA, en peligro
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria posee alrededor de 100.000 hectáreas distribuidas en todo el país, desde campos en el litoral hasta fincas en Mendoza y predios patagónicos dedicados a la investigación en frío extremo. Son tierras utilizadas para producir datos científicos, simular escenarios productivos, acompañar a productores rurales y generar innovación tecnológica. En otras palabras, el INTA investiga con los pies en la tierra. Pero esa tierra ahora es codiciada por el nuevo modelo de negocios del gobierno nacional.
La motosierra es el pretexto. El verdadero objetivo es privatizar el patrimonio científico del Estado y convertirlo en una fuente de rentabilidad para actores concentrados del mercado: desarrolladores inmobiliarios, fondos de inversión agrícola, empresas de semillas y pooles de siembra.
Como denunció Pereda, el plan incluye cambiar la gobernanza del INTA para que el gobierno pase a tener mayoría en el directorio (actualmente controlado por entidades del agro y universidades), lo cual abriría la puerta a una intervención directa del Ejecutivo en las decisiones estratégicas del instituto. Desde allí, el remate de tierras podría profundizarse sin resistencia institucional.
El modelo Milei: tierra, ciencia y negocio
Este vaciamiento encaja perfectamente con el modelo que impulsa Javier Milei: un Estado reducido a su mínima expresión, incapaz de planificar, sostener ni regular la producción nacional. En lugar de una ciencia pública al servicio de la soberanía alimentaria, propone un país en venta, loteado por capitales que ven en la tierra no un derecho ni una herramienta de desarrollo, sino una mercancía.
¿Qué pierde Argentina si pierde al INTA?
Pierde la capacidad de desarrollar sus propias semillas, adaptar sus cultivos al cambio climático, combatir plagas con investigación nacional, acompañar a productores familiares, innovar en sistemas sustentables. Pierde conocimiento, autonomía y futuro.
Pero algunos ganan. Y mucho. El vaciamiento es, también, una redistribución regresiva de recursos: se desfinancia lo público para engordar los negocios privados. Se despide a científicos e investigadores mientras se abren las puertas al agronegocio concentrado.
Palermo, Salta… ¿tu provincia es la próxima?
El mapa es federal. El desguace no se queda en la ciudad. Cada terreno del INTA que se vende es un pedazo de soberanía que se pierde. Cada hectárea rematada es un experimento que no se hará, una tecnología que no se desarrollará, una comunidad rural que quedará sin asistencia técnica.
¿Quién decide qué se vende y qué no? ¿A qué precio? ¿Con qué criterio? Las preguntas no obtienen respuesta. La opacidad es parte del modelo. Y el silencio mediático, también.
Por eso es urgente visibilizar este proceso: lo que se está destruyendo no es sólo un instituto. Es una forma de pensar la Argentina con ciencia, producción y futuro.
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