1 de marzo de 2020

Lo que saben las familias

En qué gastaron la plata los beneficiarios del Plan Argentina contra el Hambre

Plan Argentina contra el Hambre.
El Plan Argentina contra el hambre y la tarjeta alimentaria colocaron en un brete a dirigentes y comunicadores. Compelidos a descalificar cualquier acción oficial, tenían que encontrarle la vuelta: era insensato ponerse de punta contra la transferencia de ingresos. Los contradictores vitalicios se desplazaron a un terreno que conocen bien: subestimar a los humildes, arrogarse un rol paternalista, enseñarles “desde arriba” a cómo gastar y cómo consumir.
La idea del Gobierno era dejar a criterio de los o las jefas de familia (las mujeres son mayoría) qué productos comprar. Se prohibieron bebidas alcohólicas, por motivos evidentes. El resto quedó supeditado a la decisión familiar como en todos los hogares.
En redes y medios de difusión cundieron mensajes paternalistas que rezumaban soberbia cultural o de clase. Estiremos, un cachito, su modo de pensar. Los pobres no saben… votar entre otras cosas. Tampoco programar una dieta saludable para sus hijas e hijos. Está mal que el Estado les permita comprar gaseosas, deberían suprimirlas de los bienes adquiribles con la tarjeta. Escribirles una cartilla.
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El Ministerio de Desarrollo Social hace un seguimiento de las compras, la informatización facilita mucho. No impuso consumos por bando militar pero difundió listas de productos recomendados y no recomendados. Los primeros datos corroboran que las administradoras familiares gastaron preponderantemente en alimentos recomendados: leche, carne, verduras y frutas frescas. Destinaron el 58,1 por ciento de sus ingresos mensuales que equivalen al 42,8 por ciento de los productos comprados.
Reciben un depósito mensual, la mayoría compra en tres o cuatro ocasiones, sin duda para aprovisionarse de alimentos frescos.
El 25,5 por ciento se usa para alimentos no recomendados, demasiado abundantes en sodio o azúcares. Las gaseosas o los jugos en polvo azucarados insumen el 2,5 de lo gastado.
El programa incluye talleres de educación nutricional, gratuitos y voluntarios. Pero lo determinante para volcarse a los mejores productos es la inteligencia de las familias.
Con sabiduría revierten perversas consecuencias de la política macrista. El mate cocido o el té “bebido” a la noche para calentar la pancita porque la inflación de bienes básicos superó al promedio.
Convocadas a cuidar a sus pibes, las familias no dudaron. Eligieron lo mejor. El Estado reconoce derecho a una cantidad decorosa y modesta de plata: mensual, bancarizada y abonada puntualmente. Lo demás lo suma la sabiduría de los sectores populares. De quienes no levantaban parquet para hacer asado tiempo atrás ni descuidan a sus vástagos como suponen conciudadanos vanidosos que miran al resto por encima del hombro. 
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