El deja vu de la ley de bases: la misma historia, ¿el mismo final?
En Casa Rosada confirman que no hay grandes cambios en el nuevo proyecto y confiesan que la estrategia es ganar por cansancio.
Una intensa sensación de deja vu inquieta a diputados de los bloques que negocian con el Gobierno la aprobación de la nueva/vieja ley de bases: las mismas coincidencias y los mismos reparos, reuniones repetidas donde se alcanzan compromisos similares, aunque siempre incompletos, con las mismas vaguedades y los mismos puntos ciegos, el mismo cassette con declaraciones auspiciosas, seguidas por contramarchas, postergaciones y promesas rotas, alguna declaración inconveniente de Javier Milei, un par de likes, así en abril como en enero, la insidiosa impresión de que son protagonistas de una coreografía que se repite en loop y que, por lo tanto, no conduce a ningún lado.
En su maratónica entrevista con Alejandro Fantino el Presidente volvió a bajarle el precio al trámite parlamentario. “No me importa si se me cae el pacto de mayo, si no me aprueban la ley bases”, dijo. Otro eco del verano. Y la pregunta que vuelve, como un hit: ¿Milei apuesta realmente a obtener su primera victoria parlamentaria (y está dispuesto a ceder lo necesario para hacer que suceda) o volverá a incendiar todo cuando llegue el momento para seguir alimentando su relato de antagonismo con la casta? Si las cosas se hacen igual, es probable que el resultado sea el mismo, pero los diputados colaboracionistas prefieren actuar como si estuvieran bajo condiciones de normalidad que evidentemente no existen. Le ponen mucha garra.
Desde la Casa Rosada presentaron el proyecto que ingresó al Congreso a últimas horas del martes. La estrategia, confiesa un funcionario que participa de las negociaciones, es ganar por cansancio. Parten de la premisa de que el resto de los bloques paga un costo político demasiado alto por oponerse a todo y entonces tarde o temprano terminarán cediendo. El problema es que el propio Milei se puso un límite temporal. Si no consigue aprobar la ley antes del 25 de mayo será una nueva derrota política que poco hará por despejar las dudas sobre la sustentabilidad del plan que mantienen los fondos de inversión, sponsors locales y hasta el Fondo Monetario Internacional. Es una carrera contra el tiempo.
Para peor, las metas ya se están incumpliendo. El Gobierno envió el proyecto sobre el final del día. El cronograma que trabajan en el oficialismo prevé que el proyecto ingrese por la cámara de diputados a más tardar el viernes 17 de abril, que reciba un tratamiento express en un plenario de comisiones y se apruebe en el recinto antes de fin de mes. Cualquier coincidencia con el trámite fallido de hace dos meses no es pura casualidad. ¿Asistirán, en esta ocasión, el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, o el ministro de Economía, Luis Caputo, a exponer sus posiciones ante los legisladores? La respuesta oficial, como en enero, es que no.
Los obstáculos que demoraron el borrador siguen siendo los mismos que hicieron naufragar la primera versión del proyecto. Existen objeciones a la delegación de algunas facultades y a la privatización de algunas empresas, pero sobre todo un profundo desencuentro en el capítulo fiscal, que establece el reparto de dinero. En La Libertad Avanzan creen que la nueva versión del impuesto a las ganancias será suficiente para obtener una mayoría de los votos, pero esa cuenta peca de voluntarismo. Como en enero, la contrapropuesta sobre la coparticipación del impuesto al cheque o del impuesto PAIS es rechazada de plano por Milei. Lo que está claro es que si no hay acuerdo por el dinero no va a haber ley.
En la Casa Rosada celebraban el compromiso asumido el lunes por Miguel Ángel Pichetto y por la conducción de la bancada radical, que sucumbieron ante el canto de sirena de incorporar a la discusión un capítulo laboral inspirado en el DNU 70/23. Las banderas cambian, la patronal es la misma. Sin embargo, al igual que sucedió la vez pasada, difícilmente los dos bloques dialoguistas se encolumnen sin fisuras detrás de la propuesta oficial. En el caso de Hacemos Coalición Federal se descuenta la defeccíón, al menos en el debate en particular, de los seis diputados de la Coalición Cívica y los dos del Partido Socialista. Otros votos en duda son los de Margarita Stolbizer y Natalia De La Sota. Medio bloque.
Respecto a la UCR, en enero hubo solamente dos diputados, Facundo Manes y Pablo Juliano que votaron en contra de la iniciativa oficialista. Esta vez van a ser más. Ayer cinco legisladores de ese sector participaron de la actividad organizada por Unión por la Patria para avanzar en el rechazo al DNU. A ellos se le pueden sumar los que responden a Martín Lousteau. El senador había tenido gestos de deshielo con el gobierno pero la relación volvió a deteriorarse a partir del incumplimiento de algunos compromisos y la profundización del conflicto con las universidades. Es probable que un tercio o más de la bancada termine rechazando los términos acordados por su titular, Rodrigo De Loredo.
La llave la tienen los gobernadores. Allí es donde se empantanan las expectativas optimistas del oficialismo. Aunque los diputados que responden directamente a las provincias son más susceptibles al regateo parlamentario, para destrabar la situación el gobierno debería abrir la billetera, algo que no parece formar parte de su caja de herramientas. Así de complicado es el panorama. Y luego quedará por delante el Senado, donde el escenario es más complejo. Pero para eso, primero deben conseguir 129 votos en la cámara de diputados, una tarea que, hasta ahora, le ha resultado imposible a Milei. Puede ser que esta vez las cosas sean distintas pero por ahora todo se ve demasiado parecido.
EL DESTAPE
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