Milei a punto de traicionar a sus amigos israelíes a cambio de un préstamo de Arabia Saudita
La gestión de Javier Milei se enfrenta a un desafío mayúsculo al intentar obtener un préstamo del Fondo Soberano de Arabia Saudita. Las condiciones impuestas por el reino árabe ponen en jaque las promesas de campaña y los principios del gobierno libertario, mientras la crisis económica profundiza la desesperación.
(Por Santiago Ríos) En medio de una crisis económica que se asemeja más a una tormenta perfecta que a un simple bache en el camino, Javier Milei y su ministro de Economía, Luis "Toto" Caputo, se encuentran inmersos en una desesperada búsqueda de financiamiento internacional. Tras agotar las vías tradicionales y quemar más de 12.000 millones de dólares en reservas del Banco Central en un vano intento de contener la cotización del dólar, el gobierno libertario se ve obligado a buscar ayuda en rincones del mundo que antes despreciaba.
Así, la mirada se dirige hacia el desierto, hacia Arabia Saudita, donde el imponente Fondo Soberano del reino podría ofrecer un salvavidas a la ahogada economía argentina. Sin embargo, lo que podría parecer un simple acuerdo financiero es en realidad una encrucijada geopolítica que pone a prueba la coherencia y las promesas de un gobierno que se autoproclamó defensor de la libertad y la independencia.
El Fondo Soberano de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudita es uno de los más grandes del mundo, con activos que superan los 925.000 millones de dólares. Sin embargo, sus inversiones fuera del reino son limitadas y están marcadas por una estrategia de extrema cautela. Conseguir un préstamo de este fondo es una tarea titánica que, según fuentes cercanas al gobierno, podría implicar concesiones que van más allá de lo económico y que tocan fibras sensibles de la política exterior argentina.
Entre las exigencias saudíes para considerar el préstamo, dos destacan por su relevancia y por la controversia que han generado en el círculo íntimo de Milei. La primera es la suspensión del traslado de la embajada argentina en Israel a Jerusalén, una medida que el presidente había prometido como parte de su alineamiento con el Estado judío. Renegar de esta promesa no solo significaría una traición a sus aliados internacionales, sino también un golpe directo a la base electoral que lo apoyó por su firmeza en temas de política exterior.
La segunda condición, aunque de naturaleza diferente, es igual de compleja. Los saudíes han solicitado la participación de la Selección Argentina, con Lionel Messi a la cabeza, en un evento de gran envergadura que el Fondo Soberano planea organizar a finales de año. Aquí, Milei se enfrenta a un enemigo interno: Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de la AFA y un adversario declarado del presidente. La relación entre ambos es tan tensa que hace solo unos días el ministro Sturzenegger emplazó a la AFA a aceptar la entrada de las Sociedades Anónimas Deportivas en el fútbol argentino, lo que fue recibido con profundo rechazo por parte de Tapia y su entorno. Sin embargo, en la desesperada búsqueda de dólares, Milei ha solicitado la intervención de Sebastián Pareja, un operador político clave, para intentar suavizar la postura de Tapia, consciente de que la negativa podría cerrar una puerta crucial para acceder al ansiado préstamo.
La situación se complica aún más al considerar los antecedentes del Fondo Soberano saudí, que rara vez otorga préstamos de libre disponibilidad a otros gobiernos. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿qué está dispuesto a ceder Milei en este intercambio? Las señales de una creciente dependencia de capitales extranjeros contrastan brutalmente con el discurso de independencia económica que el gobierno libertario esgrimió en su ascenso al poder. La promesa de romper con las ataduras de los organismos internacionales y defender la soberanía económica parece desmoronarse frente a la realidad de una economía en colapso.
El análisis de esta situación no puede desligarse de la figura de Sergio Massa, exministro de Economía y actual observador crítico de la gestión Milei. Massa, que enfrentó desafíos similares durante su mandato, ha advertido en privado que los caminos que el gobierno actual está explorando son los mismos que él intentó sin éxito. La apuesta por el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, el Banco de Inversión Europeo, e incluso la opción de los países árabes, se topan con obstáculos que Milei parece subestimar. En particular, Massa recuerda las condiciones draconianas que estos acuerdos suelen imponer, como el respaldo en oro físico, lo que podría representar un golpe letal para la ya debilitada confianza en la administración libertaria.
El propio Caputo, en un alarde de arrogancia o tal vez de desesperación, ha intentado minimizar el impacto del riesgo país en estas negociaciones, afirmando que no es un "leading indicator" para el gobierno. Sin embargo, esta declaración parece más una cortina de humo que una estrategia coherente, especialmente cuando se considera que este mismo riesgo país es el que ha bloqueado el acceso de Argentina al crédito internacional en los mercados occidentales. La realidad es que, agotadas las opciones en el hemisferio occidental, la administración Milei se encuentra obligada a considerar alternativas que no solo son inciertas, sino que además pueden implicar concesiones peligrosas tanto en lo económico como en lo político.
La tensión en el seno del gobierno es palpable. Mientras Caputo y Milei exploran las opciones en el Golfo, la relación con el FMI sigue siendo un campo de batalla. La presión para desplazar al director regional del Fondo, Rodrigo Valdés, ha fracasado estrepitosamente, dejando a la administración sin un aliado clave en su intento por desbloquear nuevos desembolsos de la institución. El enfoque errático y la falta de una estrategia clara han erosionado la confianza tanto interna como externa, creando un círculo vicioso de inestabilidad que se alimenta a sí mismo.
En este contexto, la búsqueda de un préstamo saudí no es solo una cuestión de necesidad económica, sino una señal de la desesperación de un gobierno que se tambalea al borde del abismo. La posibilidad de que Arabia Saudita extienda una mano salvadora a cambio de concesiones que socavan los principios fundacionales del gobierno libertario pone en evidencia las contradicciones y las falencias de una administración que prometió una revolución y terminó enredada en los mismos juegos de poder que tanto criticó.
La pregunta que queda en el aire es si Milei y Caputo están dispuestos a pagar el precio que Arabia Saudita exige, y si las bases de su gobierno podrán soportar el peso de estas concesiones. Lo cierto es que, en un mundo donde los dólares escasean y las promesas de independencia económica se diluyen, el margen de maniobra se reduce cada día más. Y mientras tanto, la economía argentina sigue su descenso, arrastrando con ella las ilusiones de aquellos que alguna vez creyeron en el sueño libertario.
EN ORSAI
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