El salario mínimo se desplomó un 28% y se ubicó en niveles más bajos que en el 2001
En menos de un año, el Salario Mínimo, Vital y Móvil se desplomó un 28% en términos reales, ubicándose en niveles inferiores a los del 2001. Un análisis crítico revela cómo las decisiones económicas del gobierno de Javier Milei afectan a los sectores más vulnerables y destruyen la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
En el vertiginoso trayecto del salario mínimo hacia el abismo, las cifras no solo cuentan una historia de números, sino de políticas y decisiones que definen el futuro de millones. Según un informe del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, el Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) alcanzó en octubre un retroceso histórico: su poder adquisitivo es hoy un 28% inferior al de noviembre de 2023 y se sitúa por debajo del registrado en 2001, antes del colapso de la convertibilidad.
La devaluación implementada tras la asunción del gobierno de Javier Milei, junto con el incremento explosivo de tarifas y una inflación descontrolada, delinean el panorama devastador. Desde diciembre de 2023, cuando la aceleración inflacionaria derrumbó el salario mínimo un 15%, la caída ha sido constante. En enero de este año, la contracción alcanzó un dramático 17%. Aunque algunos meses presentaron incrementos nominales que lograron acompasar la inflación, las reducciones en términos reales no cesaron.
El impacto de estas políticas sobre los sectores más vulnerables es abrumador. En octubre de 2024, el salario mínimo, fijado en $271.571, solo cubría el 54,3% de la canasta básica alimentaria que define la línea de indigencia para una familia tipo, y apenas una cuarta parte de la canasta de pobreza. Si el salario hubiera mantenido su poder de compra de 2015, hoy sería superior a $590.000 y superaría en más del 143% la canasta básica alimentaria. Este contraste deja en evidencia la magnitud del ajuste que recae sobre los trabajadores.
La caída del salario mínimo no es un fenómeno aislado, sino la culminación de una tendencia regresiva que se extiende desde el gobierno de Cambiemos. Entre 2018 y 2020, el poder adquisitivo del salario mínimo cayó más del 10% cada año. En 2024, bajo la administración de Milei, este deterioro alcanzó un punto de inflexión: en términos reales, el SMVM es un 39,9% menor al de noviembre de 2019 y un 54% inferior al de noviembre de 2015.
Las políticas implementadas por el gobierno no solo han profundizado esta crisis, sino que han desmantelado cualquier intento de recuperación. La Secretaría de Trabajo, lejos de ser un actor de negociación para establecer un salario mínimo que permita enfrentar la inflación, ha contribuido a la perpetuación de un valor nominal congelado y sin poder adquisitivo. En este contexto, las comparaciones con la década de 1990 no son casuales: el salario mínimo actual se ubica por debajo de los niveles vigentes durante la mayor parte de aquel período y de la crisis de la convertibilidad.
La pérdida del poder adquisitivo del SMVM no solo afecta a quienes dependen de este ingreso mínimo, sino que tiene un efecto dominó sobre toda la estructura salarial. Los trabajadores asalariados formales del sector privado también han experimentado una contracción significativa en sus ingresos. Entre noviembre y diciembre de 2023, el salario promedio real cayó un 11%, una cifra sin precedentes desde que se dispone de registros.
Aunque las negociaciones paritarias y una leve desaceleración inflacionaria permitieron cierta estabilidad en los meses siguientes, el poder adquisitivo de los salarios promedio sigue estando un 3% por debajo de los valores de noviembre de 2023 y un 17% por debajo del máximo histórico registrado en 2013.
Esta situación pone de manifiesto cómo las políticas de ajuste y endeudamiento del gobierno de Milei, representadas en la figura del ministro de Economía Luis Caputo, están diseñadas para beneficiar a sectores concentrados de la economía en detrimento de las mayorías trabajadoras. Mientras el presidente proclama que “los argentinos vivimos en un mundo maravilloso”, las cifras pintan una realidad diametralmente opuesta, marcada por la pobreza, la desigualdad y la precarización.
El desplome del salario mínimo es una señal alarmante de la crisis estructural que atraviesa la economía argentina. Con un gobierno que prioriza las demandas del sector financiero y se alinea con políticas de ajuste dictadas por organismos internacionales, las perspectivas de recuperación parecen cada vez más lejanas.
Sin una política económica que garantice la protección del salario y una distribución más equitativa de la riqueza, el país corre el riesgo de reproducir las condiciones de exclusión social que llevaron a la crisis de 2001. Frente a este escenario, la resistencia de los sectores sindicales y sociales se perfila como un eje crucial para frenar el avance de un modelo que despoja a los trabajadores de sus derechos más básicos.
EN ORSAI
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