21 de noviembre de 2024

 

La ruptura Milei-Villarruel: De aliada estratégica a “casta”

Javier Milei confirmó en una entrevista su distanciamiento político con Victoria Villarruel, marcándola como cercana al "círculo rojo" y desvinculándola de la toma de decisiones. La relación institucional entre ambos parece ser apenas un trámite, mientras el oficialismo profundiza sus tensiones internas y su narrativa de confrontación.

La política argentina, acostumbrada a espectáculos y enfrentamientos, fue testigo de un episodio singular en la reciente entrevista de Javier Milei con LN+. El presidente rompió el protocolo y, sin rodeos, declaró que su vicepresidenta, Victoria Villarruel, está “más cerca de la casta” que del proyecto político que ambos representan. Esta afirmación, lejos de ser un desliz, es el reflejo de una fractura interna que viene gestándose desde hace meses.

“Ella decidió no participar más de las reuniones de Gabinete”, declaró Milei, y con estas palabras quedó sellada la separación política. El presidente se esforzó en destacar que la relación entre ambos es puramente “institucional”, vaciando de contenido cualquier noción de equipo. Villarruel, según el relato de Milei, se habría autoexcluido, acercándose a lo que él llama el “círculo rojo”, un término que utiliza para deslegitimar a las élites tradicionales que paradójicamente le han servido como aliados estratégicos en su gestión.

Victoria Villarruel, conocida por su activismo en defensa de las víctimas del terrorismo de los años 70 y su afinidad con sectores ultraconservadores, no es una figura que encaje fácilmente en el molde de "casta" que Milei denuncia incansablemente. Sin embargo, su distanciamiento del presidente parece haberla empujado a ocupar ese lugar en la narrativa oficialista. Según Milei, Villarruel representa una política “de la alta esfera”, en contraposición al supuesto carácter disruptivo y revolucionario que él se atribuye.

El distanciamiento no sorprende a los analistas, pero sí marca un giro relevante: Milei no dudó en sacrificar a su compañera de fórmula para sostener su relato antisistema, incluso al costo de exponer las contradicciones internas de su gobierno. Esto revela que el proyecto libertario no solo enfrenta tensiones externas, sino que también lidia con luchas de poder intestinas.

En paralelo a la ruptura con Villarruel, Milei reafirmó su estilo agresivo, que ya se ha convertido en su marca registrada. En la misma entrevista, calificó de “cucarachas” a varios líderes de izquierda latinoamericanos, como Gustavo Petro, Evo Morales y Claudia Sheinbaum. Estas declaraciones, que rozan el límite del lenguaje violento, parecen diseñadas para mantener su base electoral movilizada y distraída de los conflictos internos de su administración.

El presidente también se dedicó a ensalzar la figura de su hermana, Karina Milei, quien ha sido blanco de críticas por su papel como armadora política del partido. “En seis meses armó un partido, mirá donde nos puso la pastelera”, dijo Milei, buscando elevar el perfil de una figura clave en su círculo íntimo, aunque profundamente cuestionada por su falta de experiencia en gestión pública.

El distanciamiento con Villarruel también se enmarca en un contexto político más amplio: las tensiones con el PRO y la posibilidad de eliminar las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). Mientras Milei busca consolidar alianzas de cara a 2025, sectores del macrismo critican la falta de transparencia que implicaría una definición a dedo de las candidaturas. En este escenario, la fractura con Villarruel podría ser interpretada como un intento de Milei de reestructurar su espacio político, dejando atrás a figuras que ya no encajan en su estrategia.

Sin embargo, esta ruptura no está exenta de riesgos. Al exponer sus diferencias internas, Milei socava la percepción de unidad que intentaba proyectar su gobierno. Además, el desdén hacia Villarruel podría alienar a sectores del electorado conservador que aún simpatizan con la vicepresidenta.

La narrativa antisistema de Javier Milei, basada en la denuncia de la “casta” y la exaltación de la libertad individual, comienza a mostrar grietas difíciles de ocultar. Por un lado, el presidente reivindica sus supuestos logros económicos, como la reducción de la inflación y el aumento del salario promedio, aunque estos datos no encuentran respaldo en la realidad cotidiana de los argentinos. Por otro lado, sus constantes contradicciones internas —como el elogio a su hermana y el ataque a su vicepresidenta— desdibujan la coherencia de su discurso.

La pregunta que queda flotando es cuánto tiempo más podrá Milei sostener su relato sin que las tensiones internas terminen por desmoronar su proyecto político. En un país donde la política es un espectáculo constante, el presidente parece estar apostando a que su estilo confrontativo sea suficiente para mantenerlo en el centro de la escena. Sin embargo, la fractura con Villarruel podría ser la primera señal de que esa estrategia tiene un límite.

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