El ajuste de Milei destruyó a una importante fábrica de cerámicos en Tandil
El cierre de la histórica fábrica de cerámicos en Tandil desnuda una crisis más profunda: entre deudas millonarias, despidos masivos y guiños al modelo económico del gobierno de Javier Milei, los trabajadores quedan atrapados en un espiral de precarización y abandono.
(Por Santiago Ríos) La emblemática fábrica Loimar S.A., ubicada en Tandil, conocida por producir ladrillos y cerámicos durante más de cinco décadas, apagó sus hornos a finales de noviembre, dejando en vilo a decenas de trabajadores y evidenciando la crisis que atraviesa el sector industrial argentino. En medio de deudas millonarias y una gestión empresarial cuestionada, las decisiones de la compañía parecen reflejar una maniobra que se alinea con el discurso flexibilizador del gobierno de Javier Milei.
Desde la empresa se escudan en el contexto económico adverso para justificar el cierre. Según el comunicado oficial, la paralización de actividades responde a "una caída de la demanda durante 2024, costos de producción en alza, sobre todo por aumentos en la tarifa de electricidad e insumos". Sin embargo, entre líneas emerge una estrategia que trasciende los números: despidos encubiertos de trabajadores con antigüedad para reabrir en condiciones más precarias.
Los trabajadores no tardaron en denunciar las intenciones detrás del cierre. Acusan a la familia propietaria de Loimar de arrastrar incumplimientos sistemáticos, desde el no pago a proveedores locales, como la Usina de Tandil, hasta deudas de más de $100 millones, lo que habría ocasionado el corte de suministro eléctrico. A estos antecedentes se suman múltiples irregularidades laborales que ahora dejan a más de 40 empleados sin indemnizaciones y con un futuro incierto.
En la ciudad, la percepción es clara: el apagón de los hornos es un "plan calculado". Los testimonios recabados apuntan a que el cierre sería una maniobra para reducir costos laborales, desvincular a los empleados de mayor antigüedad y reaparecer bajo un esquema de contratación más flexible, donde prevalezcan convenios ajustados a las directrices de desregulación laboral promovidas desde el Ejecutivo.
La crisis como espejo del modelo económico de Milei
Lejos de ser un caso aislado, el colapso de Loimar expone las grietas de un modelo económico que prioriza la desregulación y el ajuste en nombre de un supuesto "horizonte de crecimiento". En su comunicado, la empresa ensalza las medidas económicas actuales, apelando a un futuro donde las "reglas claras de respeto a la propiedad" y la recuperación del mercado permitirán retomar la producción. Este guiño al oficialismo no es casual. La narrativa que legitima las políticas del gobierno de Milei encuentra en este cierre un aliado discursivo que invisibiliza el impacto humano de estas decisiones.
La crisis de Loimar no solo habla de la industria cerámica, sino de un sistema económico que deja al trabajador desprotegido frente a la voracidad del mercado. En paralelo, otras empresas como Natura y Cargill también han reportado cierres y despidos masivos, replicando un patrón alarmante. La promesa de "crecimiento" no llega a las bases del sistema productivo, pero sí asegura beneficios a quienes buscan operar con menores regulaciones y costos.
El ajuste que paga el trabajador
En el caso de Loimar, el panorama es devastador para los empleados. Sin indemnizaciones ni alternativas laborales claras, los trabajadores se ven empujados al desempleo y la informalidad. Mientras tanto, el relato oficial insiste en atribuir la crisis a factores externos, eludiendo la responsabilidad de un modelo económico que multiplica el endeudamiento, eleva los costos energéticos y desprotege a las pequeñas y medianas empresas.
Es innegable que las decisiones del gobierno de Javier Milei agravan la situación de las industrias locales. El aumento desmedido de tarifas y la falta de políticas para sostener la producción en contextos de crisis colocan a los sectores vulnerables como los principales perjudicados. Al mismo tiempo, los guiños al capital financiero y la flexibilización laboral dejan al descubierto un plan económico diseñado para beneficiar a unos pocos a costa de las mayorías.
Un futuro incierto
Loimar S.A. es un síntoma más de un sistema que prioriza las ganancias empresariales por encima del bienestar social. Mientras los hornos permanecen apagados y las familias trabajadoras enfrentan el desamparo, el gobierno continúa legitimando un modelo que parece diseñar el país como un tablero para los negocios privados. Las consecuencias, como en Tandil, son palpables: despidos, deudas y la precarización de la vida laboral.
La crisis de esta fábrica cerámica debe ser un llamado de atención. No es solo un cierre más, sino el reflejo de un modelo económico insostenible que exige respuestas urgentes. De lo contrario, el apagón de Loimar será solo el preludio de un colapso más amplio en la industria argentina.
EN ORSAI
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