Habla la militante que lleva 20 días presa acusada de delitos equiparables al terrorismo
"Quieren concretar la amenaza de cárcel o bala"
Alexia Abaigar relató a Página/12 cómo fue el show que montaron con su detención, incluido el intento de secuestrar un poster de Evita y el libro Sinceramente en el allanamiento a su casa.
"Esto es una locura, un mamarracho jurídico, un montaje total. Y cuenta con la complicidad de los medios, porque lo están usando para perfilar a un candidato para las próximas elecciones, eso lo tengo clarísimo. ¿Pero cuál es el límite de esta avanzada de derechos? ¿O de una jueza para congraciarse con el gobierno de turno?" La que habla con Página/12 es Alexia Abaigar (Alesia en el documento, pero con x es el nombre con el que su madre la quiso inscribir en el registro y no pudo, y así se identifica ella). Está presa desde hace veinte días; primero en la cárcel federal de Ezeiza, ahora, en prisión domiciliaria con tobillera electrónica, después de que la jueza Sandra Arroyo Salgado truncara la excarcelación que le había concedido la Cámara de San Martín: le impuso una caución de 30 millones de pesos, de imposible cumplimiento para su realidad económica y la de su familia. "Es un monto exorbitante, con esto la jueza se ha alzado contra la decisión de la Cámara de Apelaciones", denunciaron los abogados de Alexia.
Todavía no pueden ver el expediente por el que se la acusa a Abaigal de delitos equiparables a acciones terroristas, a partir de conjeturas sobre un escrache realizado a José Luis Espert, con un pasacalles y excremento en la puerta de su casa. La jueza acaba de extender por diez días más el secreto de sumario, una figura reservada a hechos gravísimos, pero que impuso tanto a la causa de Abaigar como a la de Eva Mieres, quien continúa detenida en Ezeiza (ver página 2). Sin embargo, denuncian Alexia y sus abogados, partes de la causa fueron convenientemente "filtradas" a algunos medios, para ser usadas de manera acusatoria. Alexia, de hecho, se enteró de lo que estaba pasando, después de estar incomunicada cinco días, en la cárcel de Ezeiza, a través del programa de Luis Majul, cuando la dejaron ver televisión.
Abaigar cuenta a Página/12 cómo arrancó esta historia de terror que incluye un allanamiento a su casa en el que le quisieron secuestrar un poster de Evita y el libro Sinceramente, de Cristina Kirchner (lo evitó un vecino que llevaron de testigo al que Alexia no conocía, que marcó el disparate y lo conectó con los años de dictadura). Un traslado policial filmado que fue repetido como si estuvieran en un set: primero la subieron esposada al patrullero con la cara tapada y luego volvieron para hacerlo a rostro descubierto, "porque el juzgado quiere que se vea". Otro traslado cinematográfico, con cadenas al piso del patrullero y vehículos a toda velocidad. Acusaciones graves de las que se enteró a través de un programa de televisión, estando presa en Ezeiza.
"El miércoles 25 de junio por la mañana yo estaba yendo a mi trabajo, a la oficina en La Plata (trabaja en el Ministerio de las Mujeres y Diversidad bonaerense). Y salgo de mi casa y noto que hay unos policías en mi auto. Y pensé, ¿qué habrá pasado? Me preocupé por un choque o algo en relación a mi auto", repasa. "Me empiezo a acercar y me intercepta una oficial de policía, que resultó ser la jefa de la delegación de la policía de San Isidro, se llama Andrea Espósito. Me pregunta si yo era Abaigar, le digo que sí. Y me dice: queda detenida, tenemos una orden de allanamiento de la jueza Sandra Arroyo Salgado. Lo primero que hace es sacarme el celular, me muestra que lo pone en modo avión, y desde ese momento quedo incomunicada".
"Agarraron a dos vecinos que estaban caminando por la vereda para ponerlos de testigos y me pidieron que ingrese con ellos. Yo tenía el cuerpo helado, no entendía nada. ¿Por qué, qué pasa? Me mostraron una orden de allanamiento con la firma de la jueza y en negrita estaba escrito que buscaban un pasacalles y unos panfletos. También me dijeron que buscaban un buzo de color bordó. Yo les dije: no hay nada de eso en mi casa. Me dijeron que tenían que revisar todo hasta encontrar algo. Y así pasaron dos horas y media. Además del celular, me secuestraron la computadora y el auto".
"Lo primero que le digo es: mirá, yo estaba yendo a una reunión de trabajo, yo trabajo en La Plata, si no avisan que me tienen retenida van a pensar que choqué en la autopista, porque saben que voy manejando desde Vicente López. Avisen por lo menos a mi mamá. Y me dicen: no, quedate tranquila porque están allanando en este momento el ministerio, y tu mamá ya está detenida en la delegación. Ahí se me vino el mundo abajo".
La madre de Alexia, Eva Pietravallo, tiene 70 años y una enfermedad de cataratas que le impide manejar desde hace años, ni siquiera tiene registro de conducir vigente. Pero al igual que una ex pareja de Alexia -a quien ella no ve desde hace 5 años y que también fue detenido y pasó tres días en un calabozo- tuvo la mala suerte de haber tramitado, tiempo atrás, una cédula azul del auto de Alexia.
"A mi mamá la habían ido a buscar a la madrugada. Ella misma llamó a la policía, al 911, cuando vio que estaban golpeándole la puerta y se prendieron al timbre, lógicamente no se animaba a abrir. Se asustó mucho, le dijeron que era un rato y no se llevó más que lo puesto, al día siguiente familiares le acercaron algo. Ella no participa en política, ni siquiera deber saber quién es el diputado que la denunció. No sabés lo mal que estaba, muy nerviosa, mal", lamenta Alexia.
-¿Cómo fue el allanamiento en tu casa?
-Empezaron a sacar cosas y cosas, las ponían arriba de la mesa. Entre esas cosas un oficial agarra un póster de Evita, un cuadernillo de información política de la Cámpora, donde milito, y el libro de Cristina que tengo en casa, Sinceramente. Los separa y dice: "jefa, esto también era". Y ahí es que intervino el vecino testigo: "yo, en 76 años que tengo de vida, nunca creí ver algo así, yo no sabía que en este país era un delito ser militante político". A ese vecino no lo conozco, quisiera verlo y agradecerle. Cuando dijo eso la jefa de policía dudó, al final lo dejaron, se ve que se dio cuenta: ¡si entran a mis redes sociales y todo el mundo sabe que soy militante! Terminan todo ese desastre en mi casa, y me llevan a la delegación de San Isidro. Ahí me hacen todo el ingreso, las huellas, las fotos... Yo seguía muy preocupada por mi mamá.
-¿No pudiste verla?
-No me dejaban. Cuando la subían a ella a hacer las huellas, a mí me tenían abajo para que no me la cruce. Yo le decía, déjenme hablar con ustedes adelante, aunque sea dos minutos, para transmitirle tranquilidad, para decirle que yo estoy bien. Cuando ellos me intereceptan saliendo de casa yo tenía una medicación en la mano, que tenía que empezar a tomar. Y la jefa de policía después dice, ah, sí, tenés LAM (linfangio leio miomatosis). ¡¿Cómo sabés que yo tengo esa enfermedad?! Y me dice, me lo dijo tu mamá. Claro, yo me la imaginaba a mi mamá, muerta de miedo, diciendo, mi hija tiene una enfermedad, déjenla en paz. Yo quería que aunque sea me vea que estaba bien. Recién pude hablar con ella el viernes, 48 horas después. Fue muy cruel eso, porque yo sabía que mi mamá estaba ahí, a pasos. Fue de lo más terrible que viví.
-¿Cuándo les toma declaración Arroyo Salgado?
- El jueves a la noche, en el jugado que queda a dos cuadras. Ahí en la declaración yo en un momento me angustio mucho por mi mamá y cuando la jueza me empieza a preguntar por mi problema de salud, me largo a llorar. Me dice: no, esperá, frenemos. Va, trae un vaso con agua, unos pañuelitos descartables y unos chocolates importados. El viernes a la noche la liberan a mi mamá, y el sábado me llevan a mí, primero a Talcahuano (la unidad 28, el ingreso al Servicio Penitenciario Federal), y después a (la cárcel de) Ezeiza. Cuando me llevan de San Isidro a Talcahuano, a las 15 cuadras más o menos escucho que hablan por teléfono y dicen: no, no, volvemos, el juzgado quiere que sea con la cara descubierta, que se le vea la cara. Y así fue, volvimos.
-¿Vuelve y repiten el traslado?
-Sí, pero la segunda vez sin taparme la cara. O sea, a mí todo el tiempo me filmaban. Y ahí es cuando caigo en la cuenta: esto no es protocolo, esto es un montaje. Porque se supone que en todo caso pueden registrar, bueno, están cumpliendo con la tarea. ¡Pero repetirlo, y repetirlo de determinada manera, y repetirlo hasta que les den el ok! Porque después la piba se quedó esperando, o sea, me dejan en el patrullero, y ella parada al lado esperando a que le den el ok. Recién ahí salimos. A todo esto yo seguía completamente incomunicada.
-¿Cuándo pudiste hablar con tu abogado?
-Recién ahí en Talcahuano. El fue el que me anunció: te van a llevar Ezeiza, yo sigo pidiendo tu excarcelación, por tu cuestión de salud la estoy pidiendo urgente. Estaban esperando que la Cámara se expida sobre eso, pero mientras tanto me trasladaron al penal. Y ahí, de Talcahuano a Ezeiza, es cuando por primera vez me ponen las cadenas, y me llevan de un modo cinematográfico que, la verdad, me dio miedo.
-¿Cómo fue ese traslado?
-Te esposan las muñecas adelante, y eso va enganchado al piso con una cadena. Yo encima yo soy muy alta, entonces era realmente incómodo, no podés moverte con las manos así. Les digo, no es necesario todo esto. Me dicen, es por su seguridad. Y ahí empiezan a ir a toda velocidad, con las sirenas prendidas, un escándalo bárbaro. Se metieron por el carril del Metrobus, pasaban en rojo. En un momento pude mirar para atrás y veo que nos escoltaban dos camionetas más, una decía Servicio Penitenciario Federal y otra algo de "investigaciones especiales". Todo un despliegue, una locura, yo decía, acá chocamos y yo esposada, era riesgoso para nosotros y para terceros.
-A todo esto, ¿entendías de qué te estaban acusando?
-¡No! ¡Ni en Ezeiza entendían! En el allanamiento era investigación de ilícito, pero nunca pudieron decirme la carátula del delito. Cuando hago el ingreso a Ezeiza, en todas las áreas que me entrevistaban me decían, bueno, por qué estás acá, cuál es el delito. Y yo les decía: no hay delito. No hay. Entonces lo dejaba vacío en el formulario y, bueno, averiguaban ellos. Recién me enteré de qué me acusaban el domingo a la noche, por el programa de Majul.
-¿Te enteraste por la televisión?
-Exacto. Fue el domingo a la noche cuando la celadora me da un control remoto y me dice: podés usar la tele. Y ahí prendo y veo el programa de Majul, justo. Ahí, en prisión, vi mi nombre y apellido, todas las imágenes de mis redes sociales, y escuché hablar de atentado, de asociación ilícita, se referían a mí como a una terrorista o narcotraficante. Fue muy impresionante. Ahí es cuando dimensiono el tamaño de todo este armado, porque todavía en ese momento no tenía teléfono, había un teléfono en el penal, pero no estaba funcionando bien. Recién después pude hablar con mis allegados y recomponer un poco esta historia. Ellos además se enteraron de mi detención por el tuit de Patricia Bullrich. Por eso la desesperación: no les decían dónde estaba yo, mi teléfono no funcionaba, llamaban a mi mamá y tampoco contestaba. Se enteran de todo por un tuit de la ministra de Seguridad de la Nación. Todo es una locura. Una locura de mucha angustia.
-¿Cómo tomaste la detención de Eva Mieri?
-Es otra locura que Eva Mieri siga en una cárcel de máxima seguridad de Ezeiza, es parte del mismo armado. Lo mismo que me pasó a mí, los mismos pasos calcados continuaron con Eva, una semana después, hasta los mismos días de allanamientos y traslados. Vengo reflexionando todos estos días, porque hablaban de amenazas, en todo caso son declaraciones, no son amenazas de muerte, como ha hecho este diputado. Ensuciar una vereda, como mucho es una contravención, y no salió de la nada. O sea, esos hechos surgen días después de los dichos de este diputado en relación a Florencia, en relación a Cristina. Es el mismo tipo que viene diciendo cárcel o bala.
Yo pensaba en Pablo Grillo, básicamente parece que él tiene la culpa de haber puesto la cabeza en la línea de fuego de la gendarmería... Entonces, ¿Bala para Pablo Grillo, cárcel para nosotras, para las militantes peronistas? Parece que quieren concretar la amenaza de cárcel o bala. Pienso... ¿De qué manera uno se puede organizar, salir a la calle, mostrar el descontento de este gobierno que no para de ajustar, que no para de reprimir?
Pienso en los militantes que son más pibes y cómo eso puede repercutir no tanto en ellos, sino en el entorno: un miedo de che, bueno, hay que quedarse callados, no hay que estar en la calle, no hay que tener acciones en repudio. Tengo clarísimo que me hicieron esto por mis ideas y mi militancia, no dejo de observar que fuimos casi todas mujeres las detenidas. Mis ideas hoy están fortalecidas: más que nunca creo que a esta crueldad hay que frenarla.
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