El Pentágono marca territorio en Sudamérica: la advertencia militar que pasó bajo radar
Mientras despliega marines y buques de guerra frente a Venezuela y amenaza con intervenciones en México, Colombia, Haití y El Salvador bajo el pretexto del narcotráfico, Estados Unidos reunió en Buenos Aires a los ministros de Defensa de la región para exigir alineamiento frente a China y reforzar su dominio en los “puntos de estrangulamiento” estratégicos del Cono Sur, en un gesto de neocolonialismo que los grandes medios prefirieron silenciar.
Cautelosa o no, la escalada norteamericana sobre nuestra región es obvia. Mientras la Armada estadounidense despliega más de 4000 marines y varios buques de guerra frente a las costas de Venezuela, en el Mar Caribe, y mientras el presidente Donald Trump ordena preparar el uso de la fuerza militar contra México, Colombia, Haití y El Salvador (con el pretexto de la guerra contra las drogas), en el sur del continente, en Buenos Aires, el jefe del Pentágono, Alvin Holsey, encabezó una reunión con todos los ministros de Defensa de Sudamérica para exigirles obediencia y bajarle instrucciones.
Entre el 19 y el 21 de agosto, reunidos en la XVI Conferencia Sudamericana de Defensa (Southdec), el almirante Holsey fue claro con sus pares sudamericanos: el sur, especialmente el Estrecho de Magallanes y el Pasaje Drake, es estratégico para Estados Unidos y el Comando Sur del Pentágono está dispuesto a fortalecer el dominio marítimo contra la incursión maligna de China.
En la misma línea de su antecesora, la generala Laura Richardson, Holsey advirtió: “Su presencia e influencia tienen consecuencias de largo alcance en todos los ámbitos, especialmente en el Cono Sur, donde líneas de comunicación marítimas vitales, como el Estrecho de Magallanes y el Pasaje Drake funcionan como cuellos de botella estratégicos que podrían ser utilizado por el Partido Comunista Chino para proyectar poder, interrumpir el comercio y desafiar la soberanía de nuestras naciones y la neutralidad de la Antártida”.
Estos “cuellos de botella” también llamados “puntos de estrangulamiento” (choke points) son pasos estratégicos por donde circula el 80% del comercio global y es fundamental para el imperio mantenerlos bajo su dominio. Son: Gibraltar, el Canal de Suez, Bab el Mandab, el Estrecho de Ormuz, el Estrecho de Málaca en el Indo Pacífico, el Estrecho de Bósforo y Dardanelos (en Turquía que conecta el Mediterráneo y el Mar Negro) el Canal de Panamá, el Estrecho de Magallanes-Pasaje de Drake (dominados con presencia británica en Malvinas) y el Estrecho de Bering (entre Rusia y Alaska), cerca de donde se reunieron Trump y si par ruso Vladimir Putin, la semana pasada.
La Casa Blanca, desesperada por mantener su supremacía global y aterrada por el avance de China, ha puesto en marcha –una vez más en la historia de la región- una agenda de intromisión y violencia que apela a todos los medios: económico, político y militar. El ataque a la economía y a la política de Brasil con la imposición del 50% de aranceles; la amenaza de invasión militar contra Venezuela y el contante acoso contra los gobiernos de Gustavo Petro en Colombia y Claudia Sheinbaum en México no deben entenderse como hechos aislados. Los países que pretenden ser soberanos están bajo asedio.
Nuevas guerras, viejos argumentos
La investigadora canadiense Dawn Marie Paley, en su libro “Capitalismo antidrogas” (2024), da pruebas de cómo la supuesta “guerra contra las drogas” ha servido a los intereses del capital trasnacional permitiendo la firma de contrato de seguridad, la privatización de funciones estatales, el control de territorios estratégicos, “toda una arquitectura de violencia legalizada al servicio del mercado global”.
Pero, además de servir al mercado, la “guerra contra la droga” ha sido desde hace casi 40 años, una extraordinaria excusa para fortalecer la presencia militar y justificar la injerencia imperialista en nuestra región.
Con la desaparición de la Unión Soviética en 1991, el “peligro comunista” dejó de ser funcional para la intervención en nuestros países y aparecieron, en los documentos militares estadounidense, “las nuevas amenazas: el crimen organizado, el narcotráfico y las catástrofes naturales” como nuevo pretexto.
El presidente Nicolás Maduro, no sólo por la riqueza petrolera de Venezuela sino porque su gobierno es la demostración efectiva de que una revolución popular es posible, está bajo la mira de Washington. La fiscal general estadounidense, Pamela Bondi, anunció una recompensa de 50 millones de dólares por la cabeza del venezolano. Al explicar los motivos aseguró, sin dar pruebas, que “el reinado de terror de Maduro continúa. Es uno de los mayores narcotraficantes del mundo y una amenaza para nuestra seguridad nacional. Bajo el liderazgo del presidente Trump, Maduro no escapará a la justicia y rendirá cuenta por sus despreciables crímenes”.
El canciller Marco Rubio subió la apuesta: “tenemos que enfrentarnos con algo más que con recompensas. Nosotros no reconocemos la legitimidad de su gobierno. Es el jefe de una organización logística dedicada al tráfico de drogas, el cartel de los Soles, que básicamente está dirigido por el ejército, que opera con impunidad en aguas internacionales y que es una amenaza a la seguridad nacional de EEUU”.
Varios países latinoamericanos como Brasil, México y Colombia mostraron su solidaridad con Maduro. También países fuera del continente como Rusia. El canciller Serguei Lavrov llamó a la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez para reafirmar “su amplio apoyo a los esfuerzos de Caracas para proteger la soberanía nacional y la estabilidad ante la creciente presión externa”.
En oposición, los gobiernos sumisos a Washington como Ecuador y Argentina facilitan la presencia ilegal y violenta de EEUU en nuestra región. En Buenos Aires, durante la cumbre de ministro de Defensa, el jefe del Comando Sur también apeló a la narrativa de la “lucha contra las organizaciones criminales y transnacionales”, en un supuesto beneficio para nuestros países.
El almirante Holsey estaba acompañado del viceministro de Defensa nacional y Asuntos Hemisféricos del Pentágono, Roosevelt Ditlevson, quien confirmó que nuestra región es una prioridad clave para Trump. Puso el foco en la necesidad de asegurar fronteras, puertos y espacios aéreos y, sobre todo, en invertir en defensa y en el adiestramiento de las FFAA. Esta referencia evoca de inmediato la nefasta “Escuela de las Américas”, en Panamá, centro de formación de los militares que luego ocuparían las cúpulas de las dictaduras regionales.
Ditlevson no descartó un frente de conflicto armado en la región. Al referirse a China aseguró que “las amenazas que enfrentamos son reales.” Están aquí y estamos haciendo progresos reales. Es una amenaza a la soberanía y a la seguridad. No buscamos la guerra con China. No obstante, trabajaremos para prevenir las amenazas de la región”.
El Destape
No hay comentarios:
Publicar un comentario