20 de septiembre de 2025

La "Teoría del Derrape"

El modelo se quedó sin nafta

Los libertarios lograron la inicial estabilidad de precios a costa de planchar el dólar y perder divisas por todos lados: turismo, importaciones y, una vez sacado el cepo, ahorro de familias. Caputo y compañía pensaron que favoreciendo a las finanzas se reducía el Riesgo País y con ello las tasas de interés, con lo cual levantaría la producción y se contendrían los problemas sociales. Una suerte de nueva teoría del derrame, que a esta altura se podría rebautizar como la "Teoría del Derrape".

Martin Burgos

A casi 25 años de la gran crisis orgánica que vivió la Argentina, el país parece estar camino nuevamente hacia el abismo. Si las consecuencias para el pueblo no fueran terribles, podríamos pensar en el guión de una serie tan apasionante como trágica, con personajes histriónicos que rozan el absurdo y una trama incierta que todos parecen adivinar.

La compleja situación que ofrece la economía y la política, cruzada por una causa judicial por corrupción que atraviesa el corazón del poder, generó interesantes debates luego de la derrota electoral del oficialismo en las elecciones de la provincia de Buenos Aires el domingo 7 de septiembre.

Sin nafta

Del lado económico, luego de haberse recuperado parcialmente de la devaluación de 2023, el modelo se quedó sin nafta (es decir, sin divisas) en niveles de actividad demasiado bajos para ser un buen argumento electoral. Los ganadores fueron los sectores ligados a los recursos naturales y a las finanzas y los perdedores fueron la industria, la construcción y el comercio, es decir los que más trabajo generan.

El resultado en términos de empleo ha sido ampliamente negativo y frente a las críticas de las Pymes, al gobierno se le ocurrió denunciar a los “empresarios prebendarios” y atacarlos abriendo las importaciones. De esa forma, dejó bien en claro que este modelo no es para “los que agarran la pala”.

Además del deterioro de la situación laboral, los ingresos se recuperaron de forma muy dispar y en los sectores más humildes quedó claro que empeoraron las condiciones de vida.

Deterioro

El multiempleo se volvió una normalidad para lograr ingresos dignos. Si bien la inflación se estabilizó en niveles inferiores al 2% mensual y la pobreza que los especialistas estiman en 35% no parece ser un dato tan malo, el gobierno se encontró con un cachetazo en las urnas.

Lo que se escucha es que la población “no llega a fin de mes”, aunque hasta junio sólo algunos indicadores mostraban tal tendencia. Entre ellos se encontraba el estancado consumo en los supermercados y el aumento de la mora en los préstamos personales y tarjetas de crédito. Es posible que todo se haya deteriorado en el mercado de trabajo desde entonces sin que aún tengamos los datos, pero lo que es seguro es que la recesión se instaló.

Se puede pensar también que impactó en la subjetividad del electorado la sospecha de que este modelo es inviable y que, por más que la pobreza no estalló, una vez más se acerca una crisis de proporciones.

Desde el gobierno se aduce que la macroeconomía funciona bien, pero que tal mejora no llegó a la microeconomía. Esta aseveración la podemos traducir como una teoría del derrame que no se dio: las mayores ganancias empresarias no mejoraron la situación de los trabajadores.

Teoría del derrame

En realidad, no todas las ganancias mejoraron en este último año. En general, solo las ganancias financieras fueron atendidas por el gobierno, mientras las Pymes estuvieron abandonadas en un marco de altas tasas de interés, restricciones para el acceso al dólar, consumo en caída, un tipo de cambio no competitivo y políticas en favor de las importaciones.

Es decir que la teoría libertaria del derrame se orientó a un único sector favorecido: el de las finanzas, pensando que si se reducía el Riesgo País iban a mejorar las tasas de interés locales y en función de eso levantaría la producción y se contendrían los problemas sociales.

La fe en ese esquema generó el abandono de la política productiva y de la política social, dejando a la deriva lo que llaman “la microeconomía” a la cual no llegaron los “buenos” resultados macroeconómicos.

El "tótem"

El gobierno y sus voceros confundieron estabilidad de precios con estabilidad macroeconómica. Una estabilidad de precios que se logró a costa de planchar el dólar y perder divisas por todos lados: turismo, importaciones, y una vez sacado el cepo, por ahorro de familias. Ese esquema insustentable es lo que termina de estallar ante la presencia de un cisne negro que el mismo gobierno inventó: las elecciones y el llamado “riesgo kuka”.

La creencia de los economistas en el tótem del superávit fiscal para resolver todos los problemas de Argentina deriva de teorías económicas erróneas y de una mala interpretación de los problemas estructurales de nuestro país.

Si el “stop and go” que vivimos desde 2011 se debe al déficit fiscal que genera inflación, sea porque la gente “se quiere sacar los pesos de encima” (en términos ortodoxos) o indirectamente a través de una mayor demanda de dólares (en cierta visión heterodoxa), el episodio de superávit fiscal que estamos viviendo desde diciembre de 2023 debe servir de lección para el futuro. No sólo continúa la compra de dólares, sino que la inflación sigue subiendo y es muy difícil que la tendencia se modifique.

Más allá de ser una cuentita de economistas, la cuestión fiscal tiene otro aspecto que en estos tiempos es clave: la política. En un país federal, la importancia del presupuesto no pasa tanto por si se le acierta a las proyecciones, sino que es el ámbito de negociación con las provincias, algo que este gobierno no tuvo nunca.

Recordemos que en 2023 se acordó no votar un presupuesto en el medio de la campaña electoral, mientras que en 2024 tampoco se lo pudo discutir. La terquedad del presidente hace que se siga trabajando con un presupuesto del año 2022.

No obstante, esto no sería tan problemático si no implicara la ausencia de diálogo con los gobernadores, que redundó en la actual catástrofe política para el oficialismo, donde el flamante Ministro del Interior sólo puede juntar 3 de los 23 gobiernos provinciales para una foto en su despacho.

Ahí es cuando lo político y lo económico se confunden: el superávit fiscal no muestra sus ventajas, tanto en términos de Riesgo País como de mejora económica y además se le suman las complicaciones políticas.

Porque el superávit generado por el gobierno se hizo en desmedro de las jubilaciones, universidades, empleados públicos, obras públicas y transferencias a las provincias. Los gobernadores terminan haciéndose cargo de las consecuencias nefastas de estas políticas por gastos que originalmente son de Nación.

El caso de las obras públicas es el más relevante, dado que el ajuste se ubica en más de 80% del total, es decir de diez obras que se hacían en 2023, hoy sólo se hacen dos. Esta situación hace imposible una negociación con los gobernadores en una situación tan álgida como la actual. ¿Quién va a subirse a este barco en llamas? El ejemplo de Cavallo en 2001 yendo al rescate de la Convertibilidad y derritiendo todo su capital político quedó en todas las memorias.

Es la política

En todo caso, para empezar a hablar, los gobernadores van a pedir una transferencia de dinero importante para sus provincias, tanto la plata que les debe Nación como la que les ajustó, además de recomponer las obras públicas.

Una sencilla cuenta muestra que si se restablecieran a niveles de 2023 en los montos de transferencia a las Provincias y de obras públicas, desaparecería el superávit fiscal. Dicho de otro modo: gobernar es gastar.

Incluso “los mercados” le restaron su apoyo al gobierno cuando dicen que el plan no funciona. Por ello, el Riesgo País fue subiendo y los bonos entraron en tendencia hacia el default.

Lo que se lee es que “los mercados” le piden al gobierno que apunte a la gobernabilidad, que se pasó dos estaciones con el ajuste. Tiene que tener un mínimo respaldo en el sistema político existente en el país y no inventar nada que se escape de los manuales de ciencia política.

En una configuración del gobierno cada vez más encerrada en la figura de los hermanos Milei, en la cual no parece haber fusible y donde los soldados van abandonando el barco, el descalabro económico se acompaña de soledad en lo político.

Pareciera imposible para el gobierno poder mejorar su rendimiento electoral, ya que sus listas se configuraron en gran parte para enfrentar a los gobernadores. Es posible que se repita la situación de la Provincia de Buenos Aires, donde primaron las estructuras políticas más consolidadas frente a un gobierno en desbande.

En su discurso del lunes pasado, Milei pareció hacer algunos gestos conciliadores. Pero las primeras lecturas del proyecto de Presupuesto enviado al Congreso marcan que el Poder Ejecutivo pide más ajuste en todas las partidas y que las compensaciones anunciadas sólo son migajas.

Pareciera que el presidente Milei se ató al tótem del superávit fiscal, haciendo caso omiso a la política y a la delicada situación por la que atraviesa el país.

De esa forma, es muy probable que no se apruebe el presupuesto, incurriendo en un problema institucional grave, ya que es el Poder Legislativo el que puede definir sobre las cuestiones de Hacienda. Así como los gobiernos de la Convertibilidad ataron su suerte al corset del 1 a 1, este gobierno parece jugarse todo a un nuevo corset: el superávit fiscal.

*Centro Cultural de la Cooperación y Flacso

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