El poder económico teme que Cristina vuelva: el círculo rojo en pánico por la condena que puede incendiar la calle
El fallo contra Cristina Kirchner sacudió la estabilidad que necesita el establishment para hacer negocios: el miedo real no es la corrupción, sino el regreso del peronismo.
El fallo judicial que condena a Cristina Kirchner y la excluye de toda contienda electoral reaviva el miedo del círculo rojo. Más que justicia, el verdadero temor es que el peronismo resucite y las calles estallen. La seguridad jurídica del negocio financiero tiembla.
El "paraguas judicial" se pinchó
Una escena típica del poder: jueces dictan sentencia, los medios la celebran, los CEOs aplauden en silencio, y la política obedece. Pero esta vez algo salió mal. La condena definitiva contra Cristina Fernández de Kirchner no trajo el silencio funcional que esperaba el establishment. Al contrario: provocó ruido, desobediencia, movilización. Y lo que más temen los dueños de la Argentina: desorden.
El llamado "paraguas de seguridad jurídica", esa ficción con la que el círculo rojo protege sus negocios, apareció agujereado. El fallo judicial no solo no calmó las aguas, sino que reactivó a una fuerza política que muchos daban por muerta. Y el temor se hizo carne entre los popes del poder económico: ¿y si el peronismo vuelve con más fuerza que antes?
Los CEOs no hablan… pero tiemblan
Según Perfil, los grandes empresarios de la Argentina eligieron el silencio. No hubo comunicados de respaldo a la Corte Suprema ni aplausos públicos a la decisión que prohíbe a la expresidenta volver a competir electoralmente. Lo que reina en el círculo rojo es el sigilo, el miedo a "las esquirlas" de un conflicto político que ya está en la calle y que podría escalar.
Uno de los CEOs más influyentes del país confesó en off the record: “La Justicia es la única garante del sector privado”. Y esa frase lo dice todo. No se trata de ética, ni de lucha contra la corrupción. Se trata de negocios. Se trata de que la Corte funcione como el brazo jurídico del orden neoliberal. Pero si ese brazo se vuelve blanco de la bronca popular, los privilegios tiemblan.
La condena que puede reactivar a los condenados
El efecto búmeran ya se siente. En vez de aislarla, la exclusión de Cristina Kirchner generó unidad dentro del peronismo. Aquella fuerza que el macrismo, el mileísmo y los medios habían logrado fragmentar, encuentra ahora un motivo común: la proscripción.
El empresariado se sincera, aunque sin dar la cara: “El fallo puede revivir a una oposición que estaba casi muerta”. El temor no es jurídico, es político. El problema no es la condena, sino la reacción social que genera. La derecha judicial quiso clausurar el ciclo kirchnerista, pero podría estar abriendo otro. Y eso, para los CEOs, es veneno.
¿Quién garantiza los negocios ahora?
En un país atravesado por una crisis económica feroz, donde la inflación castiga a millones y el ajuste libertario arrasa con derechos básicos, los grandes jugadores del capital necesitan previsibilidad. Por eso la Justicia es tan central: garantiza impunidad para los poderosos y castigo ejemplar para los que se atreven a disputarles el poder.
Pero cuando esa Justicia aparece como un engranaje más del engranaje político, pierde legitimidad. Y sin legitimidad, no hay seguridad jurídica. Por eso uno de los entrevistados advirtió: “Si se pone en duda a la Corte, cualquier juez estará sospechado cuando dicte una sentencia contra intereses populistas”. Traducido: si la bronca social se convierte en presión política, cualquier privilegio está en riesgo.
El miedo a la calle
El otro fantasma que recorre los pasillos del poder es la movilización popular. Ya no alcanza con que TN diga que “Cristina está condenada por corrupción” si cientos de miles de personas ocupan las plazas. Ya no sirve el relato moralista cuando hay millones que entienden que la proscripción no es justicia sino estrategia electoral.
“Es increíble que alguien condenado genere semejante nivel de apoyo popular”, se lamentó otro empresario. Claro: lo que sorprende no es el fallo, sino que no funcione como debería. Porque en el plan original, Cristina debía quedar sola, derrotada, silenciada. Pero terminó como bandera. Y eso altera el mapa del poder real.
Un poder judicial sin calle, sin legitimidad, sin destino
La Corte Suprema de Justicia, con su decisión, jugó fuerte. Pero también lo hizo tarde. Y en política, el timing es todo. Al demorar su fallo durante años, dejó la puerta abierta para que hoy, en pleno ajuste libertario, la condena parezca un acto de oportunismo político. Lo que podría haber sido presentado como una defensa de la legalidad, se percibe ahora como un manotazo electoral de la derecha.
Incluso dentro del empresariado, el diagnóstico es brutal: “La Justicia, al tardar tanto, no es justa”. El descrédito es tal que ya ni los propios dueños del país pueden sostener el relato institucionalista. Necesitan orden, no principios. Y ahora no tienen ni lo uno ni lo otro.
El cálculo fallido de la Corte: regalarle la épica a Cristina
En un movimiento que buscaba clausurar una etapa, la Corte Suprema le entregó a Cristina Fernández de Kirchner algo invaluable: la épica de la resistencia. Convertida en proscripta, la expresidenta ahora ocupa el lugar de la víctima del sistema. Y ese lugar, en un país con la memoria de Evita y Perón, puede ser explosivo.
La jugada fue tan torpe que hasta empresarios aliados se lo dicen a los periodistas: “Parece intentar devolverle poder a Macri, pero terminó siendo un golpe para la Justicia”. Lo que debía fortalecer al poder judicial lo dejó expuesto. Y lo que debía desactivar al peronismo lo volvió a unir.
El establishment desnudo: cuando el miedo ya no se puede ocultar
El gran poder económico argentino se encuentra en una encrucijada. Aplaudió en silencio, apostó a Milei, apoyó los ajustes, financió los medios y controló la Justicia. Pero ahora teme las consecuencias. Porque por más que condenen a Cristina, no logran condenar al pueblo. Y eso los aterra.
Las marchas, las protestas, las plazas llenas… son señales. De que hay algo que no se rinde. De que la política real sigue latiendo. De que el peronismo, aún golpeado, puede volver. Y cuando eso ocurre, el círculo rojo ya no se siente tan seguro. Ni tan rojo.
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